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Por: Ana Burgos, Kayla Moncada, Maria Rada y Eliana  Ramos.

Foto: Primitivo Callejón de California, posteriormente Avenida 20 de Julio, Esquina de la Calle de San Blas.

En una esquina del Barrio Abajo, uno de los barrios más antiguos de la ciudad de Barranquilla, Luis Altamar sentado en su mecedora de madera y mimbre recuerda a Curramba en sus inicios. Habla del carnaval y sus cambios, del río, de Barrio Arriba y Barrio Abajo, y hace viajar a una polvorienta ciudad llena de color y alegría.

Hay algunos aspectos en la ciudad que se mantienen y que se hacen notar mientras Luis echa el cuento: pasa un bus colorido, en la esquina de al frente juegan dominó, algunos vecinos también están en la terraza y, sin duda, en el sector como en varios más de la ciudad, hay “bulla”. Sin embargo, existen varias cosas que muy seguramente los contemporáneos a Luis extrañan. No solo el carnaval es hoy por hoy diferente, como contó aquel día Luis, sino que  su vez la característica de llamar a los nombres por sus calles hoy es solo un recuerdo.

Fueron dos fechas las que marcaron este cambio en la ciudad. Primeramente en 1908 que significó una adición, ya que se dio el cambio de algunos nombres curiosos que ya  se tenían por nombres de personajes como héroes, próceres y batallas de la independencia. Mientras  que en 1935 es el año en que se da un cambio precisamente de estos nombres por una nomenclatura para la mejor ubicación y pensando en la expansión de la ciudad y visitas de extranjeros.

Entre los primeros nombres que se conocían en la ciudad encontramos el de la Avenida del Rosario, para luego pasar a llamarse Avenida Olaya Herrera y en la actualidad conocerse como la carrera 46. Este último cambio, propuesto por las empresas públicas en 1935 y estipulado en 1943 por el acuerdo número 28  del mismo año, trajo consigo en aquella época un sinfín de protestas por parte de los ciudadanos, en especial de carteros que al principio no lograban amoldarse a la nueva nomenclatura.

Los jóvenes y los nombres de las calles

La particularidad de llamar las calles por nombres con la que contó Barranquilla hace varios años  es, sin duda, parte de la historia de la ciudad y de sus comienzos,  sin embargo dicha historia es hoy solo recordada por las personas mayores y  cada vez más olvidada por las nuevas generaciones. Este sería el resultado que arrojaría una encuesta, realizada a 107 personas que viven en la ciudad.  Aunque 52 de  82 jóvenes sabían que antiguamente las calles llevaban nombres y no nomenclaturas, ninguno de estos conocían los nombres de estas, ni por qué se llamaban así.

En esta misma encuesta se mostró que el 33,6% de las personas que la respondieron desconocían que anteriormente las calles de Barranquilla  tenían nombre, aunque el 72,9% sí  conocen nombres de algunas de las calles que aún conservan este modelo de ubicación.  Por su parte, las calles conocidas por la mayor parte de las personas fueron en casi las mismas, en las que más coincidieron se encontraron la calle Olaya Herrera y la calle de las vacas.

En busca de recuperar la memoria

Una de las posibles razones por las que precisamente la juventud barranquillera desconoce los antiguos nombres de las calles de su ciudad, es que muy pocas de ellas se mantuvieron vigentes, tal como se había asegurado que se haría en un principio. Así lo explica el antropólogo Wilson Rivera, quien menciona que hoy por hoy no hay memoria de aquellos personajes y que aunque este cambio va de la mano con el crecimiento de la ciudad,  también lleva a la pérdida de la historia, que precisamente   es importante  porque sobre ésta se construye la identidad del pueblo.

Ante esta pérdida de memoria, el historiador Jorge Villalón plantea la posibilidad de que se recurra a utilizar tanto la nomenclatura como los nombres de las calles que ya las tenían. Además, ante la realidad de que las únicas calles que cuentan con nombres son aquellas que se encontraban hasta el momento en Barranquilla, él propone darle unos nombres a aquellas que son nuevas y que han surgido como consecuencia al crecimiento de la ciudad. Esta situación evocaría un poco a aquellas épocas en las que los barranquilleros apenas se acostumbraban a las direcciones y utilizaban estas en compañía de los nombres “por siaca”.

Aun con la nostalgia de muchas personas de edad, como Luis Altamar quien puede prácticamente memorizar cada calle y el nombre que algún día recibieron,  o de las apreciaciones de expertos como el historiador Villalon, son varias las razones para que hoy Barranquilla prefiera las nomenclaturas. Para Manuel Moreno Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte, este cambio de pasar a llamar las calles por nomenclaturas fue una medida que buscaba una manera mucho más racional de organizar las direcciones y junto con ello la manera de orientarse en Barranquilla. Moreno asegura que este sistema  es “menos poético” y que no obstante ambos sistemas pueden convivir.

Una de las propuestas que hace el arquitecto es que en el centro de Barranquilla,  lugar donde más hay calles con las nomenclaturas antiguas y  las calles históricas tengan una placa con su nombre. Con esto,  habría una mezcla de sistemas, mientras se rescata parte de la memoria histórica de la ciudad.

En este proceso de modernización que vive la ciudad de Barranquilla y al que se refiere el arquitecto Moreno, el antropólogo Wilson Rivera alude a que “es importante ver las dos caras de la moneda”. Ya que por un lado, reitera que se gana en crecimiento, pero que se pierde en cuanto a referentes históricos dentro de la ciudad. Esta pérdida de memoria histórica, para Rivera, no solo se está dando a nivel oral, sino que también a nivel material.

La problemática de la perdida material Rivera la explica a través de hechos como la construcción de la carrera 50. Esta fue  una estrategia que buscó mejorar la movilidad de la ciudad, ya que después de la construcción del transmetro esta calle perdió un carril para los vehículos. Sin embargo, para ampliar esta calle se debió demoler varias de las casas del Centro Histórico. Agrega que “se  perdió la memoria de la calle, pero también se está perdiendo la evidencia material, tangible de esas casa antiguas, que aunque no estaban muy bonitas, pero eran casas antiguas de gente que hizo la ciudad, eso es triste”.

El crecimiento de Barranquilla y las prácticas culturales

La ciudad ha sufrido grandes transformaciones con el paso del tiempo, las cuales eran necesarias para su progreso y establecimiento como una de las ciudades más importantes del país; a estos cambios se le agrega la llegada de la pavimentación de las calles, lo cual no solo influyó en el cambio de los nombres por nomenclaturas, sino también en la cotidianidad de los habitantes. Algunos de los cambios más evidentes han sido el crecimiento urbanístico de la ciudad, las nuevas construcciones y los nuevos barrios, estos que a diferencia de los primeros asentamientos han sido planeados arquitectónicamente para poder brindar comodidad así como una mejor calidad de vida para los habitantes.

El cambio y crecimiento en la ciudad de Barranquilla, no solo ha traído consigo el cambio de la manera de ubicarse del ciudadano, sino que también a esto se le agrega las nuevas dinámicas y a las actividades que se dedican sus habitantes. La aparición de edificios o conjuntos residenciales en lugar de casas con terrazas, centros comerciales en reemplazos del mercado, son uno de los puntos que han alcanzado la ciudad. Dos puntos en los que también se encuentran de acuerdo los expertos entrevistados, Wilson Rivera y Jorge Villalon es como los planes y actividades del barranquillero han cambiado. Mencionan que en la actualidad, el itinerario de un domingo más frecuente es ir a caminar o comer en un centro comercial, en lugar de por ejemplo, sentarse en la terraza.

A su vez, el docente Villalon agrega que también se da una división de estas prácticas y lugares entre los habitantes del Sur y Norte de la ciudad. Siendo los primeros más cercanos a las prácticas tradicionales como las de ir al mercado, la manera de relacionarse entre vecinos, las actividades a las que se dedican en tiempos libres, las esquinas más visitadas, etc.

Es hoy por hoy Barranquilla precisamente una combinación de esas tradiciones y las nuevas prácticas acogidas. Curramba es en la actualidad la ciudad de los edificios pero también es la de  algunas calles con terrazas amplias; la de los centros comerciales modernos y lo es también del vendedor ambulante. Se tiene bulla y se tiene calma. La Arenosa es el adulto mayor, como Luis Altamar sentado en su mecedora, y es el joven caminando por uno de los tantos parques inaugurados.  Las calles de la capital del Atlántico  lleva en sus venas aun lo que fue, el espíritu característico de esta ciudad alegre se queda, aunque sistemas como su manera de ubicar las calles cambien.

 

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