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Por Carlos Andrés Lugo Berrio

Es sábado 29 de abril de 2017. El ambiente en el Parque San Martín, sector de Las Margaritas, en Puerto Colombia, es muy caluroso. A pesar de ello, un grupo de voluntarios no para de pegar carteleras, inflar globos y poner en lo alto y bien visible una pancarta. También están varios de los niños del sector ayudando en la labor.

El vecindario es un lugar de contrastes. Algunas de las casas tienen estructuras sólidas; otras parecen más endebles, más abiertas, sin rejas y baldosas. Como si se tratara de un país en ciernes, la calle del frente del parque está pavimentada, pero la paralela no.

El evento programado con suficiente anticipación es organizado por las hermanas Paola Manrique e Iraida Salas, fundadoras de una ONG que busca involucrarse en el cambio para trabajar por una nueva y mejorada versión de nosotros y del planeta. Ellas dicen que le apuestan a la reivindicación de la niñez como etapa fundamental del desarrollo pero, sobre todo, que sueñan con el crecimiento óptimo de niños, niñas y adolescentes del barrio Las Margaritas. No es gratuito entonces que repitan que ellos deben poder reconocerse como seres únicos e importantes, y potenciar sus capacidades hasta lograr convertirlas en habilidades. En el fondo se trata de construir proyectos de vida sólidos y que se adapten al entorno para ser individuos excepcionales.

Hacia las tres y media de la tarde, en el Parque San Martín el número de asistentes va en aumento. De un momento a otro, los chicos voluntarios están ordenando a los niños y niñas en filas o grupos. Unos minutos después, las filas comienzan a separarse y empiezan a dirigirse a diferentes estaciones distribuidas a lo largo del atractivo lugar.

Ahora es difícil lograr que los niños se muevan de la primera estación, la de la cama elástica. Los niños muy ansiosos hacen una larga fila para ir a saltar. En la segunda, dos equipos y un animador acuerdan actividades para generar más integración. Todos reciben espadas hechas con globos y otros dulces.

Era el año 2015 y las hermanas habían decidido mudarse al municipio de Puerto Colombia. Mientras visitaban el lugar donde su nueva casa estaba siendo construida, notaron la presencia de una gran población infantil vulnerable. Era el mes de diciembre y decidieron organizar un evento de navidad para los niños. Querían algo diferente a la tradicional novena y con ayuda de la comunidad produjeron una puesta en escena en la cual los niños actuaron, bailaron e incluso cantaron. Fue el comienzo de una línea que hoy enfatiza en el aprendizaje de valores; un proceso que llevó a una intervención estructurada y sostenible en el tiempo, como la llaman ellas, y que hoy se identifica en Las Margaritas y otras áreas cercanas a Barranquilla como Sumérgete. Una ONG que reclutó 20 jóvenes universitarios, que decidieron convertirse en voluntarios e iniciar el trabajo en busca de un sueño.

Ahora es jueves 27 de abril de 2017 y el equipo “Arti”, encargado de manejar las redes sociales de la organización, está reunido alrededor de una mesa. Ríen, comen y hablan entre ellos. Cantan sus nombres y exponen ideas. Se preparan para el evento del siguiente sábado.

Bailar es una de las actividades. Por eso es que en la estación tres, tres voluntarias motivan, inclusive a los más tímidos que apenas observan. Entre tanto, en la estación cuatro dos grupos trabajan con varios recipientes. Al recibir la señal, los participantes toman el propio, halan unas cuerdas y los levantan. La idea es tener suficiente equilibrio. Unos pocos actúan con la calma suficiente para derramar el agua, completa, en el siguiente recipiente.

Andrea, a quien llaman en el grupo Milena, les dice que están en un espacio de crecimiento en el cual pueden mejorar muchos aspectos propios. Fíjense que me dicen Milena porque yo quiero estar en los zapatos de otro. Antes era muy introvertida, pero gracias a las constantes experiencias soy más sociable y tengo más fortalezas. Todos en la organización tiene su alias.

En la estación cinco están los pequeños con sus madres. Sus rostros están siendo pintados por los voluntarios con las figuras que ellos quieren: uno quiere ser araña, a lo que un amigo vecino le dice, “y le pones la telaraña”. Igual en el espacio hay prendas, collares, cintillos, antifaces, binchas, y telas, todas de colores muy vivos. Las chicas toman la inciativa y se lanzan por una improvisada pasarela del Parque.

Ya son casi las cinco de la tarde y aquel parque tosco se sigue transformando: van y vienen, ríen y hablan. Unos minutos después se anuncia el final de la jornada y cada uno debe recoger los envoltorios y papeles utilizados en el juego de valores o para envolver la merienda. Quienes así lo desean, entran a la casa de las organizadoras. Milena, entonces, carga a una niña en sus brazos y le cuenta una historia. Hay también aire de calidez y seguridad. Luego, niños y niñas se reúnen a aplaudir cantar en el patio. El perro está inquieto.

“Nuestra meta es hacerlos felices”, afirma Iraida Salas co-fundadora de la ONG. Ella y su hermana Paola creen que con la enseñanza de valores y fomentando el desarrollo humano se genera un crecimiento personal en cada uno de los beneficiados. Y con eso basta y sobra por ahora.

Foto vía: Internet

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Para todos los que nos formamos como contadores de historias en este particular espacio de tiempo, y en estos momentos cuando estamos buscando dejar atrás la piel de un reptil que, como país fuimos, es necesario aprender a armar memoria, sin perder los estribos, con pedazos sueltos, pedazos de acciones, recuerdos y olvidos.

Esta es una colección de historias que ofrecen oportunidades, historias quizá nuevas, quizá conocidas, pero todas escritas desde las perspectivas a veces juguetonas, a veces muy formales, de una serie de mentes fértiles de las que brota la necesidad de dar a conocer un país diferente a aquel que nos venden y que, tristemente y con frecuencia, compramos al precio más bajo.

#YoConstruyoPaís es la muestra inequívoca de que Colombia vale oro. Y a la vez es una invitación de El Punto y las jóvenes generaciones de periodistas de Uninorte -que no pasan de sus 20 años-, a pensar y proponer un país mirado desde la paz.

Somos una casa periodística universitaria con mirada joven y pensamiento crítico. Funcionamos como un laboratorio de periodismo donde participan estudiantes y docentes de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad del Norte. Nos enfocamos en el desarrollo de narrativas, análisis y coberturas en distintas plataformas integradas, que orientan, informan y abren participación y diálogo sobre la realidad a un nicho de audiencia especial, que es la comunidad educativa de la Universidad del Norte.

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