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por: Alejandro Valencia Beltrán

La música de cámara es una música poco escuchada en la actualidad, que tiene una complejidad respetable. En Barranquilla se festeja anualmente el festival internacional de música de cámara. Este año, en la versión XIX, se llevó a cabo, el lunes 19 de septiembre, el concierto de titulado ‘Dúo Ígneo’, un espacio en el cual la viola y el piano fueron protagonistas. Braunwin Sheldrick, quien es oriunda de Canadá y quien deslumbró con su viola, brilló acompañada en el escenario por Andrés Gómez de Bogotá, quien interpretó el piano. Ambos, docentes de la universidad EAFIT de Medellín, dieron a conocer su formación artística en frente de toda la comunidad Barranquillera que miraba con asombro. Personalmente, la música de cámara no tiende a generar emociones positivas, sin embargo me di la oportunidad de escuchar este concierto abierto a lo que pudiera pasarme, al finalizar, quedé con un sabor agridulce del concierto.

En primera instancia, siento que, en muchas ocasiones, el sonido de la viola y del piano no se complementaban completamente bien. Si bien me parece que ambos instrumentos en solitario tenían un lindo sonido, al momento de juntarlos me daba la impresión de que cada uno ‘iba por su lado’. Tengo qué decir que esto no ocurría con todas las canciones, por ejemplo, la última canción, Le Grand Tango, a mi parecer sonó muy melódico; también es cierto que en muchas partes tocaban las mismas notas en armonía y podía escuchar algo muy bello. Sin embargo, cuando esto no era así, sentía una distorsión en los sonidos, lo que me desconcentró de la actuación.

Un segundo punto, no muy relacionado con la parte musical, pero que, en mi perspectiva, fue de gran influencia, es la vestimenta que usaron los artistas. Por un lado, Sheldrick tenía un vestido azul eléctrico que estaba acorde a la ocasión, pues le hacía resaltar en el escenario, acompañada de su brillante viola y un piano negro igual de brillante al fondo. Creo que, en este orden de ideas, el vestuario de Andrés se quedó corto, pues no transmitió la presencia escénica que tenía su compañera, por ende, me generó distorsión en la presentación, poniendo a su persona por debajo de la figura de Sheldrick. Es necesario, en este punto, entender que todo comunica, incluyendo la vestimenta de los intérpretes, la cual considero, en el caso de Andrés, no estuvo a la altura del de su compañera.

En tercer lugar, fui acompañado por cuatro personas, las cuales quedaron fascinadas con las presentaciones pues, de alguna u otra forma, entienden la trayectoria que hay que recorrer para hacer lo que hicieron en el escenario. Las teclas del piano, tanto como la forma de tocar la viola me impusieron respeto. El ver a una persona tocar la viola en vivo (lo cual puede parecer común, pero no lo es tanto, dada la poca exposición que tiene este tipo de música. Mientras Sheldrick tocaba su instrumento, pensaba ‘¿Cómo funciona la viola?’ o ‘¿será que si mueve la vara desde otro ángulo afecta el sonido?’ o ‘¿la viola tendrá el puente como una guitarra?’. Esto, de alguna u otra forma genera en mí un respeto especial hacia el instrumento y hacia quien lo toca. Como conclusión, un evento musical como el ‘Dúo Ígneo’ es un evento que no solamente abarca el talento que pueda llegar a mostrar el artista, personalmente, creo que tanto el contexto como la atmósfera que se crea en el concierto son fundamentales para lograr trasmitir lo necesario. A pesar de la desconexión en ciertas partes, siento una profunda admiración y respeto por Sheldrick y Andrés, pues entiendo todo el proceso que tuvieron qué recorrer para presentarse en un espacio cultural poco valorado por la sociedad barranquillera

Foto de portada: Uninorte