Por: Ana Sofía Garzón Orozco/ Fotografías: Sara Tovar
En el vibrante amanecer de Barranquilla, el sol hoy quiso salir y desafiar la prudencia. Hay un aroma que impregna en el aire de la casa, un olor a tinto recién preparado y en la sala los mecedores de madera y mimbre acomodados en círculo, sábanas blancas que tapan los espejos, un cristo medio colgado con un clavo en la pared para que aleje la mala hora, creencias que mi abuela heredó de su mamá y esta de mi tatarabuela.
La veo a ella sacando periódicos para repartirlos, pega un grito hacia la cocina diciendo que saquen los pocillos buenos, raro verla sería y sin su radio prendida. Hay una algarabía allá afuera; me asomo en la terraza y está toda la cuadra vestida de negro con abanicos de mano y el cabello blanco bañado de maicena esparcida que sale a relucir gracias a los cuatro días de carnaval. Ya no se escucha a Pedro Ramayá, a Aníbal Velázquez, ni a la niña Emilia en los pickups de los barrios, pero sí se percibe muy a lo lejos uno que otro escándalo con música de última generación.
Afuera, hay todo tipo de gente. Están las chismosas que con una escoba en la mano y batas largas andan diciendo que hay gato encerrado, están los coletos con gafas oscuras y al parecer no se han repuesto del guayabo carnavalero, están los cristianos católicos y el cura de la parroquia del barrio con camándula en mano para ver si se les hace un milagro. Hay 10 mujeres también, y 6 están preñadas, y cuál de las 10 tuerza más ojo y tira más pelo. Pero todos esperando que sirvan el tinto, que pongan a hacer el sancocho y que suelten la sopa ya.
En la distancia se ve con un traje negro de piedras de cristal que le hace la pelea al sol de un día antes del miércoles de ceniza, para ver cuál de los dos brilla más. Ceñido al cuerpo con escote en v un poco atrevido y arriesgado, una abertura en la parte delantera que deja ver los sancos en los que está trepada, unos tacones negros adornados con gemas preciosas, un abanico con casi una centena de plumas que no le permiten quejarse del calor, un sombrero grande a medio lado con cristales en suarovsky, su labial rojo imponente y su olor parecido a las inigualables cayenas. ¿Cómo no reconocerla? Si es la soberana la protegida por el dios momo este año, y como si fuera poco, a su alrededor vienen 6 del gremio sosteniéndola para que no caiga al suelo porque ella como nunca, hoy no viene brillando baldosa, ni pelando chapa, en cambio, viene llorando, gritando con lamentos y hasta le quiere dar un yeyo, vino a confirmar la noticia del momento la que tiene a Barranquilla paralizada y silenciada.
“Ay, José” “¿Por qué te nos fuiste José?”
No fue sino soltar esa expresión para que las 10 de atrás hicieran una competencia rígida de llanto, para que las chismosas descansaran en paz por tener la chiva, para que los coletos despidieran a su amigo como le gustaba, con ron, con baile y maicena y para que los cristianos y el cura lanzaran la plegaria de “dale el señor el descanso eterno y brille para José la luz perpetua”.
Las vecinas se tomaron el trabajo ir regando la triste noticia y los detalles del sepelio para que la información llegara a oídos de Jorge Cura quien riega la bola y así Radio galeón anuncia en Santa Marta, la jungla en Cartagena, Cacica Estéreo en el Valle, y con esto toda la costa Caribe ya sabía que Joselito se llevaba el jolgorio, la guachafita y el desorden. La ciudad se ve confrontada con la dualidad de la celebración y el luto, pero aun así la noticia de la cantidad de gente que iba al entierro era cosa de esas que solo pasa en Barranquilla, las calles las cerraron porque a Joselito lo esperan hoy martes de carnaval en barrio abajo con francachela y comelona. Una recua de gente espera darle el último adiós al son de la voz de Pacho Galán. Se rumora que hasta el mismísimo Papa Francisco viajó desde el Vaticano para ponerle los santos óleos al pobre José. Desde una esquina, lo esperan las reinas populares, María Moñito y todo el combo de gallo giro porque nadie cree que haya guindado los guayo bien dice el viejo y conocido refrán: “yerba mala nunca muere” pero, por si acaso, el que no vaya a dar consuelo queda más que sentenciado, porque aquí en Barranquilla el pésame es prestado.
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Annerys
Asi es. Un Espectáculo de persona ese Joselito carnavalll. En Barranquilla me quedoo!!!!