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Por: Randy Gómez Africano

Estoy sentado en la zona de restaurantes en una mesa plástica que pintaron toda de azabache y decoraron con flores de plástico en una maceta de paja para hacerla parecer exclusivas y diferentes a las mesas blancuzcas tipo estadero con sillas rimax color amarillo parecido al de un empaque de mostaza o al del logo de los Almacenes Éxito.

Cerca de mí y de la zona, adherida a una viga y encima de una valla publicitaria, esta una de las varias pantallas que han colocado en la feria para transmitir partidos de la jornada de eliminatorias que ha resultado coetánea a la ejecución del evento.

En ellas también transmiten lo que sucede en el escenario principal ubicado a cien metros de donde están, en este caso, un concurso de coctelería donde unos flacos bartenders, probablemente promocionados como exponentes locales o visitantes foráneos reconocidos en el rubro agitan sus shakers brillantes y arropados por la blanca luz del escenario que esta posada sobre la barra en la que compiten y sus cuerpos, para dar un trago probablemente experimental a los jurados. Mientras un presentador conocido, casi que fetiche, de medios y eventos de la ciudad, cuyo apellido es variación de la palabra escalador, narra y bromea con cada servida que va saliendo y cada prueba que estos hacen en un mesón de superficie de áspera felpa negra.

Tengo una caja blanca de poliéster, como las usadas para la comida a domicilio, resguardando un chuzo desgranado que adquiri y del que excavo con trinche de plástico bocados para comer. Recorrí toda la plaza de comidas con forma de “L” revisando alguna opción para alimentarme antes de empezar la labor y posiblemente incinerarme el esófago ingiriendo cualquiera de las muestras que una feria de licores siempre tiene como ley exhibir, respondiendo al consejo eterno de comer antes de beber. Los precios son en casi cada restaurante de 35 mil en adelante si se quiere un platillo hartante, y casi todo lo que se ofrece son picadas de embutidos y carnes de cerdo o a la plancha o al novedoso y ligero método de al barril. Solo hacen la diferencia en la plaza las ofertas de fritos o arroces, también siendo ofrecidos en picada o porciones de 30 mil para arriba.

Viendo aquello, me emplacé en el puesto reconocido de chorizos santarosanos, que era propietario de la valla publicitaria que esta debajo de la pantalla de esta zona, pedí un desgranado de pollo asado con chorizo elaborado y armado en menos de tres minutos, contrario a lo que pasa en otros homólogos que venden ese producto de la comida rápida local, y me lo llevé a la mesa al lado de una cola azabache azucarada. Aquel fue la opción más barata que encontré, solo pagando un poco más de 20 mil pesos por este.

Mientras como llegan los mensajes instantáneos de una de las compañeras que estarán hoy conmigo, preguntando quien ya había llegado al nevecon industrial de cemento que es el centro de convenciones. Le respondo indicándole, a la par que como esta marea, pedida por mí mismo cuando la armaban, de papas fosforo y salsa tártara con algo de queso siendo escombros flotantes, y con algunos retazos de pechuga de pollo carbonizada, bollo limpio y chorizo mojado con limón siendo los barcos hundidos, que estoy por esta zona. A pesar de estar ubicada cerca de tres bares de marcas de cervezas famosas y uno exclusivo que es de ambiente en el que acordonaron una zona solo para él, aquí solo se encuentran posados y sentados trabajadores, periodistas, gente que vino muy temprano o personas del staff comiendo picadas de chicharrones o pidiendo fritos. Por lo que pensando que este se definiría como el punto de encuentro la espere por unos minutos, pero pasados aquellos, no la alcance a encontrar ni caminando ni emplazada esperando en algún lugar de la zona.

Unos minutos después, terminada la marea salada y dulce de estar ocupando la caja blanca con la última excavación de mi tenedor, me levanto de la silla frágil pintada con aerosol azabache. Camino hacia la salida para ver si en la zona que precede a la feria ya se encuentran alguna de mis compañeras, pero solo encuentro grupos dispersos de dos a cinco personas que promedian los treinta-y alguna que otra pareja de pahs de la zona rosa o grupos de amigas risueñas ya algo alegres presuntamente por el trago-hablando entre ellos, por lo que decido volver al pabellón para caminar y encontrarme alguna.

En ese momento, caminando por el gran estante de Dislicores, hallo a la primera de ellas, como si fuera el protagonista de un ¿Dónde está Wally? Su nombre es una versión anglosajona de un nombre en español, pero por seguridad le llamaremos Nati. Es bajita, esta vestida en tirantes blancos, y tiene ojos que recuerdan a la tierna protagonista de Alita: Battle Ángel. Al saludarla le pregunto:

– ¿Sabes dónde está la otra compañera? Preguntó dónde estábamos y la estuve buscando

-No, no me he encontrado con ninguna. He estado aquí tomando fotos por ahora, y creo que seguiré haciendo hasta que lleguen las demás. ¿Sabes a qué hora llega la jefa?

-No sé, dijo que llega a las 7

-Si, aunque creo que llegara más tarde

En ese momento otra de las compañeras por la entrada del mercado de licores que creo la empresa organizadora, una cierta cadena de supermercados roja y azul, y nos saludamos. Era la editora de otra sección del periódico, de piel pálida, sonrisa que no quería mostrar siempre, personalidad apacible y pelo oscuro que le llega a la última parte de su columna vertebral. Por razones ya mencionadas con la otra compañera, la llamare Kara. En ese momento decidimos empezar a rondar, pero manteniendo la decisión de hacer puras fotografías en lo que nos encontramos a la miembro que pregunto nuestro paradero y esperamos la llegada de la jefa. Aquello dio comienzo a la jornada.

Degustación

Finalmente encontramos a la compañera que preguntaba nuestras ubicaciones en el límite entre la zona de las sillas donde está el público que presencia cualquier cosa que transcurre en la tarima, un diminuto bar color verde oscuro y la zona de los stands del lado derecho de la feria. Es una muchacha flaca, morena, con el cabello hacia los lados y algo de escarcha en sus hombros cubiertos por la camiseta que hace parte de su pinta enteramente azabache; su nombre es común y bonito, pero prefiero llamarla, por las razones anteriormente mencionadas, André. Esta acompañada por un hombre alto vestido en camisa negra sin adornos de pelo corto lacio con degradado abajo, copete peinado hacia la derecha, acento paisa y ojos levemente caídos que aparenta ser su pareja, al que llamaremos aquí como Manni.

Cuando los encontramos y saludamos ya tenían metros y decenas de minutos de feria encima. Aquello lo confirme al observar que Manni ya tenía un shot plástico colgante color verde neón de esos que regalan en discotecas y eventos. Después de eso, empezamos a planear que cosas haremos para el cubrimiento de la feria. Aquello se termina desenvolviendo en unas tomas en la entrada con forma de botella verde oscuro de Buchanans y varias tomas en las que salgo haciendo una especie de recorrido para dar la bienvenida a la feria siendo seguido por la cámara.

En ese momento volvemos a entrar a la gran caja de concreto que es el pabellón principal y se alzan las exposiciones del lado derecho ante nosotros dentro de este. Si me lo permito describir debo decir que es una calle ancha de planas plataformas con cavas o escaparates en alguna de sus paredes, y algunos teniendo grandes techos cuadrados o de figuras abstractas de cualquier tipo, mientras que en la esquinas o los lados tienen cada uno unas mesas anchas donde los promotores que dan muestras las van entregando mientras las botellas las tienen en tazas donde se enfrían estando a la intemperie y al lado algún vaso donde se sirve alguna muestra del trago exhibido.

Viendo aquel paisaje nos dirigimos hacia un gran stand de Alpina ubicado justo al frente de un puesto humilde y menos iluminado donde dos señores, una mujer conversadora y un hombre silencioso, exponen un vino de corozo y uvas de este fruto bañadas en una reducción de aquel. En el stand de Alpina varios chefs grandulones con guantes y delantales cortan los quesos de la empresa y rodajas de embutidos para hacer tablas donde meten maní y pan, mientras que nosotros empezamos a decidir qué haremos después de la entrada.

– ¿Qué hacemos? -dice André

-Creo que podemos hacer tomas diferentes en las que hacemos planos en los que nos sirven y probamos un trago-dice Kara

-No es mala idea-digo

-Pero tú los vas a probar-dicen Nati, André y Manni, riéndose

-Si claro-respondo sarcásticamente

Confirmando su previa permanencia dentro de esta feria y su comenzada actividad de cata, Manni empieza a decir:

-Hay un man con unas pistolas llenas de aguardiente que te dispara shots para que lo pruebes. Se los voy a buscar

Al instante se va y nosotros seguimos pensando que grabaremos para el resto del video. En menos de unos segundos Manni vuelve a nuestra ubicación, al mismo tiempo que aquella figura expuesta por el emerge entre la presencia y caminar de varias filas y grupos de personas caminantes o estáticas que hablan entre ellas con caras curiosas y quisquillosas. Es un hombre vestido con un traje de Superman mezclado con el de Linterna Verde por la máscara y ese color, pero con el tono de verde siendo como el de la piel de Hulk, que tiene en las manos dos pistolas acuáticas de plástico translucido coloridas, de esas que venden en las tiendas de productos que prometen no costar más de los 10 mil pesos. Aquel, inmediatamente después de arribar y observarnos, dice:

-Bueno, ¿quién quiere que le dispare?

Todos inmediatamente giran los cráneos y me señalan con los labios, hombros y ojos. Intento reusarme, pero la insistencia de los cuatro es unánime y se vocifera al unísono, por lo que me veo obligado a seguir la siguiente indicación del Hal Kent que parece Hulk:

-Tienes que alzar los brazos como si te estuviera atracando y abrir la boca

Sigo la orden y pareciendo sobreactuado abro mis dos labios y aplasto mis parpados como prensadoras, recibiendo al segundo una descarga en forma de dos ráfagas propias de una manguera potente de la agria y ardiente bebida de anís fermentado. Al mismo tiempo empiezo a tener la sensación de que grabaron esto, pero como cerré los ojos no tengo maneras de confirmarlo.

Al instante les doy apertura, el Clark Jordán está riéndose y buscando chocar los puños, mientras el resto del grupo vitorea. Tengo el esófago ardiéndome como si me hubiese devuelto el ácido del estómago dos veces y hubiera tenido que tragármelo de vuelta lentamente. En ese mismo instante, aquella figura está buscando a otro de los miembros de este grupo de reporteros reconvertido a unos catadores más para abrir fuego otra vez en sus papilas. Ya Manni y André habían recibido los disparos que causaron que lo trajeran, por lo que no repiten. Nati y Kara se enmudecen un momento, pero esta última decide repetir la misma acción que acabo de hacer, riéndose algo más o estando más alegre de lo que yo pude.

Con aquello ejecutado nos movemos finalmente de ese espacio para empezar el paseo por los stands. La decisión sobre lo que haremos para subir a las redes ya está tomada. Haríamos un video donde probamos toda degustación de licor que nos podrían entregar. A mi mente le llega una amenaza autogenerada de mezcla de tragos para mí, un bebedor ejemplo de lo que el argot popular denomina media copa, mientras que André me dice:

-Tú vas a probarlos todos por nosotros

Un poco intentando entrar en su onda les digo:

-Espero ver al menos a una de ustedes borracha hoy también

Todos parecían disgustados apenas voltearon sus rostros cuando lo dije, pero Manni se ríe y retorna a la onda de disfrute que llevaba desde el primer encuentro con nosotros. En ese momento nos deslizamos entre la creciente muchedumbre ubicada al costado de las treinta hileras, de quince sillas cada una, del lado derecho de la zona para los espectadores que no hace parte de los palcos y con unos pasos arribamos a un puesto neón con pendones que poseen imágenes de latas blancas de soda con alcohol o Seltzer emplazadas en una escenografía playera, como si esa foto la hubieran tomado en una playa de isla aledaña a balnearios como Santa Marta. Unas mujeres vestidas como modelos promedio de video música urbana cuando se trata de ambientaciones alegres y con muchos colorinches como en el video de El Gustico, o como si fueran parte de la publicidad promedio de discotecas o parques de diversiones de la zona acaudalada de la ciudad lo atienden, por lo que les preguntamos:

– ¿Que bebida es esta?

-Es un tipo de bebida gaseosa hecha con extracto de naranja y un licor pero que es suave y ligera-responde una de ellas

-Es como una competencia de la soda de Corona-digo

-Si, eso-responde la misma mujer

– ¿Nos puede dar a probar?

 -Si obvio

En ese momento ella cambia unas latas vacías junto a su compañera, que a diferencia del pelo rubio lleno de adornos tiene el suyo de color azabache, y ambas sacan unas nuevas junto a unos vasos translucidos de color azul y sirven un líquido naranja que parece una versión algo rendida con agua de una Fanta. Mis compañeros me miran otra vez con la cara sonriente y burlona de “te lo tomaras tu” y termino haciendo viajar esa agria gaseosa de naranja por mi garganta mientras ellas graban antes de dar las gracias y continuar el viaje de cata y el aumento de los tragos que se van mezclando y el volumen de líquido destilado en mi organismo.

Aquello mismo se repitió con todos los stands de aquel lado derecho. Posamos nuestros cinco cuerpos en cada uno, y mientras alguna de las muchachas, pues no grabe en ningún momento, hacían los close ups de cada servida que nos daba la modelo reconvertida a barman y de cada prueba que hacíamos. Alguna vez bebió Kara, una vez lo hizo André, y otra lo hizo Nati; tampoco se puede dudar que yo mismo tuve que hacerlo en alguna de esas ocasiones, incluso si era el mismo trago que una de estas se había acabado de tragar y si se había acabado de grabar.

Así como se repetía aquel proceso, también se repetían las dinámicas y las cosas que había en cada stand aunque intentaran variarlas con algo. En todos siempre había un minibar donde se vendían botellas y servían cocteles; un hombre fornido y barbado dándoselas de anunciante elocuente como el de algún supermercado, comercial o televenta, y realizando alguna dinámica atrayente como hacerse un malabarista; y una mujer esbelta que atiende con obligados trajes de gala, vestidos, minifaldas y enterizos que le marcan los pechos y glúteos con tortuoso aprieto, mientras se tiene que mantener de pie firme con el maquillaje intenso y detallado reluciendo, y la mirada pretenciosa de ojos entrecerrados o la eufórica y de disfrute con los ojos abiertos como si fuera una tortura kubrickeana siendo su imagen inquebrantable.

Daba lo mismo si el de Buchanans tenía un bar de la altura de un primer piso y un sillón trasero verde oscuro; daba lo mismo si el de Club Colombia tenía la forma de un camión cervecero azabache; daba lo mismo si el de Aguardiente Antioqueño tenía un mobiliario de mesas de club y su promotora llevaba un traje parecido al de un parapentista o acróbata mientras cargaba una mesa con luces verdes. Todos tienen la misma intención de atraer a las personas para comprar sus tragos con precios que no difieren en nada de lo que cuestan en un supermercado, incluso si la publicidad decía que serían a precio de tienda al por mayor, por medio del atractivo carnal, material y frívolo.

Para terminar las grabaciones, nuestra ronda por aquella zona y pasar al otro lado, decidimos hacer una última toma dentro del público al observar que el presentador de apellido parecido al termino escalador, y un ayudante alto y sonriente, estaban realizando un concurso entre el público de la parte normal que trataba de tomarse un trago caro y fuerte. En ese momento el primero se encontraba hablándole a una espectadora para persuadirla de beberse el shot:

-Vamos querida, yo se que tu eres buena para esto. Tómatelo. ¡Eso!

Con aquello terminan, y le pedimos al ayudante que nos regalara el ultimo trago que le quedaba a esa botella gorda y extrañamente diseñada como un tubo de laboratorios. Los cuatro compañeros vuelven a mirarme con la cara de “tómatelo tu” pero esta vez me reúso. Ya sentía un empaño y nulo equilibrio en mi organismo, como si se hubiese metido algún vapor relajante que no se quiere salir y empezara a adormecerme el cerebro todo el rato, una plena confirmación de que la mezcla de tragos está acaparándome y destruyendo la estabilidad, por lo que no podía continuar y meterme ese liquido color café caramelo, pues sería una bomba que explotaría mi borrachera al nivel de convertirme en una bestia.

Con ellas notando y correspondiendo a mi resistencia, terminamos grabando una impostada toma donde el ayudante deposita ese líquido y me lo pongo en mis labios, haciéndolos arder instantáneamente al mismo segundo que cortamos y le damos el trago a Manni. Al beberlo, no pareció afectarlo a pesar del gruñido que perpetro.

****

Estoy con la bola de caucho naranja voladora pero pesada al tocarla rebotándome en las palmas de cada mano. Trato de hacerme un profesional de la NBA con los piques y brincos que hago al lanzarla para que caiga en la cesta adherida a una tabla con los colores rojiblancos del estante de Michelob Ultra. Meto mi cuarta cesta y un hombre musculoso en apretada camiseta blanca y con una cadena en su pecho que nos testa atendiendo le pasa la bola a Manni. Vamos ambos empatados con un puntaje de 4 a 4, el primero que logre 5 encestadas le darán una botella de esa cerveza gratis.

Habían pasado diez minutos desde que nos emplazamos en este puesto y ya casi una hora desde que estamos paseando minuciosamente por el lado izquierdo de la feria, deteniéndonos en cada stand. Aquella zona se componía mayormente de grandes estructuras de madera o acero recubiertas en luces, tendones, pantallas, decoraciones de macetas y letreros llamativos, o telas, que buscaban parecer más unos bares o social clubs donde pasar los ratos, teniendo entre todos ellos sillas, barras, neveras, cavas brillosas, puffs pequeños y de colores, cojines, sillones como de restaurante de comida casual.

En todos o vendían lo que tenía una carta como si de verdad fueran negocios estables, o solo regalaban botellas de su propio trago si se hacía alguna dinámica o acción que no tendría utilidad o consecuencia alguna, como seguir a las redes sociales de la empresa. Previamente, nos habíamos encontrado en frente de la entrada del mercado lleno de neveras y estantes con todo trago posible que se vendiera o siquiera se haya registrado en el país que la empresa organizadora del evento había armado dentro de una zona del pasillo ubicado antes de la entrada al pabellón.

Ahí un empleado vestido del uniforme rojo clásico, reconvertido a heladero nómada por el carrito que manejaba y en promotor por lo que estaba ofreciendo.

-Son unas paletas de limonada con vodka-dicen Manni y Andre

– ¿Como hago para conseguir una? -pregunto

-Tienes que descargar la aplicación del supermercado-dice Andre

– ¿En serio? ¿Para qué voy a usarla si yo no compro cosas de ese supermercado?

-No sé, pero si quieres obtener una debes descargarla-dice el empleado con un tono de voz y semblante quisquilloso

-Bueno-respondo

Aquello lo hice y después se lo expuse a ese empleado con sonrisa de presión sutil. Al momento saca una paleta blancuzca resguardada en una bolsa de plástico tipo ziploc, y al otorgárnosla nos vamos de ahí. No pasaron unos segundos de haberla probado nos dimos cuenta del despropósito que nos habían metido: era un bloque cremoso y lánguido que sabia como si te comieras un sobre o lata de crema de leche enteros, pero estando fríos.

Aquello mismo se dio con unas latas de regalo de una champaña en soda con sabor a Vitamina C o Redoxon y de cerveza Andina. Tanto así que ni quise obtenerlas yo por mi cuenta. Al final el resultado con ello sería el mismo que con lo de esa paleta insípida, termine con el icono rojo de la aplicación del supermercado organizador en el menú de mi teléfono móvil que nunca usare mientras la recompensa era una cosa que no disfrutamos ninguno de nosotros y que no valió el esfuerzo.

Regresando a esta competencia con Manni, tenía la esperanza de que el fallara su tiro, pero este al ejecutarlo lo hace perfectamente como en el mejor de los tiros de castigo, y en vez de llevarse un punto para el marcador, se termina llevando la botella marrón curvilínea de esa cerveza ligera, entregándosela en sus manos el hombre barbón de camiseta blanca. Mientras yo, ya “cogido” pero necesitado de equilibrio en medio de mi alterada estabilidad, le daba la mano al ofrecérmela en simbolismo de que había sido un buen juego, buscaba algo que comer, y a la vez, necesitaba ingerir algún trago más.

Fotografía tomada por Mariana Cuadrado desgutación vino en Expodrinks

Fiesta

Pasamos varios stands de bares y negocios como las emisoras Olímpica Stereo y Mix 103.9 o Namesti Lounge Bar y volvemos a la zona de la derecha para continuar nuestra búsquedaAcabo de comerme unos manís picantes cubiertos en un polvo de ají parecido en color a la paprika cuando se está descomponiendo. Aquello hecho para poder aguantar un poco e ir disolviendo el empaño o la neblina que tenía en la mente por tantas degustaciones que pase por mi garganta y la cerveza que tome con Manni. En ese momento se posa ante mí un stand de pendones con una publicidad dinámica y de figuras puntiagudas de color verde y blanco grisáceo que parecen la de un energizante. Encuentro en el, una esbelta señora de unos aparentes cuarenta, rubia, con corte paje y con ropa apretada, a quien le pregunto:

– ¿Qué bebida es esta?

-Es una bebida para prevenir el guayabo-dice con un tono más común y no tan publicitario

– ¿En serio?

-Si, te la tomas antes o después de comenzar el consumo de alcohol y eso evita el efecto del trago

-O sea que si me tomo esto no me va a dar guayabo-digo fraguando una obviedad

-Así es

-¿Me puede dar a probarla?

-Claro, una degustación eso si

La mujer rubia llama a la modelo del mismo tipo de cabello de ella, pero de color negro, saca una lata con los mismos colores verde y blanco del pendón y de ella sirve en un vaso de cartón como en los que se sirven café de eventos o tiendas. Aquella bebida tenía una apariencia similar a la del aguardiente y un olor agrio parecido al de una comida de mascotas. Respondiendo al porqué de aquello de aquello la mujer me dijo como estando metidos ambos en una televenta un “es una bebida multivitamínica, eso es lo que hace que se evite los efectos del alcohol al beberlo”.

Dando las gracias con el agrio gusto en mi paladar, salgo disparado, y con el cuerpo y cabeza aligerados, a reencontrarme con Manni y André. Ella acaba de recibir un mensaje, Kara y Nati están del otro lado, y con ellas está una morena bajita delgada y vestida en holgados jeans negros. Era La jefa, la editora de la sección en la que aparecerá este relato, quien había acabado de llegar. Suspendemos la intrascendente e inútil expedición, nos devolvemos con el mismo trayecto laberintico, y nos encontramos con ellas en la zona del bar del ron La Hechicera. Saludamos a La jefa, quien nos entrega unas cámaras, y viendo el trascurrir del concierto del primer artista de la noche, inmediatamente sugiere empezar a grabar. Todos asentimos sin titubeo.

****

La Charanga del Sur termino su presentación hace tres decenas de minutos. Están reventando los parlantes la reproducción de una selección aclamada de merengues dominicanos de Eddy Herrera y Elvis Crespo, y nosotros nos hemos regresado de la entrada del VIP donde entrevistamos a una reina del popular y no tan superfluo Carnaval de la 44.

Ahora estoy de vuelta en la pared de gente bailadora y eufórica que sostiene los tragos y sonríe mientras se mueve con los mismos tumbos y sacudidas que estuve dando hace una hora, pero ahora haciéndolos más violentos y extremamente de lo que fui capaz con las muestras mezcladas encima. Esta vez ya estamos todos los seis de esta noche completos, y observando el jolgorio a la par que posamos los lentes de una de las cámaras, le digo a Nati:

-Te dije que esto se iba a volver un rumbeadero

Nati me mira sonriente, algo sonrojada, y cerrando levemente sus ojos de niña protagonista de animación japonesa dice un simple “Si”. En aquel momento filmamos a una pareja de un grueso hombre trigueño y copete ochentero vestido en polo bailando con una señora de facciones indígenas, piel dorada, delgada y bajita vestida en jeans negros y camiseta floreada de mangas bombachas. Son familiares de un cuñado, y por ende accedieron a ser grabados.

Aquel baile dando tumbos y a destiempo con el tema que suena que están ejecutando, al voltear y observar a la gente, pasa con otras parejas o amigos abrazados. Todo el panorama de la zona empieza a llenarse de centenas de personas al costado y en las sillas, caminando apretadas y tropezando, mientras el calor y fogaje explotan después de subir como la espuma. Este ambiente esta tan abrumador y nosotros tan cansados, que decidimos salir hacia el pasillo que esta antes de un pabellón.

Minutos después, dejando atrás la puerta color verde chroma key y pasando del fogaje generado por la aglomeración al frio casi gelido de la temperatura de este pasillo. Me siento en un stand de una cadena de radio conocida y mis compañeras graban un par de tomas a las personas que van entrando, alguna influencer que fue pareja de un homologo cartagenero llamado Juancho, y una que otra espectadora voluptuosa caminando firmemente y en cámara lenta.

Adentro esta una cantante llamada Viviana entonando rancheras que invitan al llanto y la ingesta sin parar. Canta alguna ranchera dedicada a los hechizos de enamoramiento de Ana Gabriel, y alguna cumbia despechada sobre flores de Selena, y pasando los minutos que duran estas, nos movemos hacia el fondo. Regresando este Manni al grupo con más muestras en mini vasos de cartón, y yo sigo a las muchahcas con los estuches y uno que otro bolso de ellas en la mano, pareciendo quien lleva todas las bolsas cuando se va uno de compras. 

Pasamos por una cafetería pequeña donde en una gran olla de acero rajada y brillante se cocinan una sopa que se anuncian en un letrero púrpura al lado diciendo:

Pa’l guayabo

Caldo de Costilla

7K

Nos emplazamos en una zona de celulares puestos para girar sobre unas bases o en trípodes para sacar fotos y videos gratis con accesorios y carteles coloridos. Aquellas mismas las sacamos en diferentes formatos, poses y caras. Mientras tanto, Manni habla con el que está atendiendo estos puestos, un hombre moreno vestido en camisa negra brillante y con una cara y bellos, capilares y faciales, parecidos a los de Luke Evans que le dice:

-Esto ha sido el evento que más se ha llenado desde que regresamos hace un año

– ¿Sí? Porque yo no lo he visto tan lleno. Ha estado bien

-Y eso que el del año pasado fue mucho mejor que este

– ¿En serio? -pregunto impresionado metiendome forzadamente en la conversación

-Si. El año pasado había una vaina llamada “la ruta del whisky” donde por pagar te hacían recorrer todas las exposiciones de ese trago y te regalaban un vaso con hielo para que probaras cada uno sin problema

– ¿De verdad? -pregunta Manni ahora siendo el impresionado

-Así es, era muy buena Las muchachas regresan de algunas fotos más que quisieron tomar y agregar a las galerías. Manni le da una de las dos muestras a André y me dice que le dieron de a dos por decir que le iba a dar una a su novia. Al instante decidimos retornar a la feria y grabar a Kevin Flórez quien se presentaría en unos diez minutos. Ya la pesadez me hacía percibir un apretón en el cuerpo y la cabeza como si flotara, algo que Manni nota diciendo un este man ya está cogido y se le nota. Por lo que pienso, mientras pasamos otra vez la puerta verde, que esta noche o la termino yo o ella termina conmigo.

Fotografía tomada por Mariana Cuadrado stand Heineken

Epilogo con tumbos

Esperamos de pie en la misma sede de nuestra actividad fílmica durante esta noche, la entrada al VIP. El repertorio que suena ya se degradó al más raro de los crossovers poniendo desde rancheras hasta reggae y el tema más pesado de Maná, formándoseun intento de pogo con brincos entre el público que está a nuestro lado. El presentador de apellido parecido al término escalador ya se la pasa haciendo ruidos y gritos juguetones parecidos a los de los djs de una verbena y las identificaciones de Olimpica Estéreo, y brincando o moviéndose sin objetivo o razon alguna. Las barricadas y separaciones de los palcos, junto a las zonas de las sillas se están llenando de grupos de centenas de personas amontonadas o hasta azotadas contra ellas, parecerían que algunas estuvieran siendo alzadas por la propia aglomeración. Aquello ya no parecía una feria con un escenario, sino un intento de concierto.

Kevin Flórez se demora para salir. Tanto que hace que, con los músicos ya con sus manos en las superficies de cada instrumento posicionadas para digitar, golpear o teclear, se vuelva a poner por unos diez minutos tres canciones más de la lista del evento, alterando y ansiando a la muchedumbre. Finalmente sale con un celular con el flash activado y una pinta de fedora y camisa floreada para empieza a interpretar La Invite A Bailar.

La gente se empieza a acercar y a empujar o presionar nuestros seis cuerpos aumentando la asfixia y el apretón a nivel corporal. Intento mantenerme sano, pero estás olas de sudor y carne, este clima fogoso, este ruido, y este desequilibrio y ligereza a causa del empaño de mi organismo me hacen dar mis únicos adioses de la noche a los compañeros y buscar salir.

Los dejo ahí en esa entrada al VIP enrre la alegria y la locura de la gente que se mueve y retumba hacia adelante, ellos se quedaron un par de horas adicionales grabando y viendo a los cinco vallenateros jóvenes que son las estrellas de estas altas horas.Me retiro a través del pasillo y la segunda franja de entradas hechas de vidrio translúcido algo empañado, antes habiéndome quedado disociando a causa en medio de aquel.

El gran cajón recatangular de concreto que es el Puerta de Oro retumba con los gritos y el beat de los ritmos de percusión de la Champeta y los gritos ahogados por las paredes de la gente a la par que voy caminando en medio del calor y la desolacion de la noche que luego calman los taxistas con sus atractivos llamados para coger un taxi.

 Cuadro una bajada de 15 a 13 mil con uno para que me lleve a mis aposentos. Por lo que, montado en la parte de atrás de un zapatico de verdosas sillas de felpa vieja y polvorienta que sale disparado por la ensombrecida Via 40, regreso a ellos con la cabeza todavía moviéndose suavemente a los lados y ya nos sabiendo cómo levantarme o hablar bien.