Por Sebastián Pérez
Estoy sentado en una habitación con luz artificial. El frío me abraza poco a poco subiendo desde los pies hasta congelar plácidamente mis manos, como un niño subiendo los peldaños de una escalera lentamente, mientras relleno el silencio de la sala con el sonar de las teclas incrustadas en el teclado del computador con el que escribo. Imagino, claro está desde una lejanía irremediable, a José Rubén Zamora. Leo una y otra y otra vez las siete páginas de un discurso que en algún momento fue la causa necesaria, pensé, que aflora el alma de este escrito y en su momento afloró mi estar en un recinto abigarrado de periodistas de todas las partes del mundo.
Concibo, a José Rubén, perplejo frente a unas hojas de papel con una mano sobre una pluma o bolígrafo y la otra sintiendo la soledad siniestra que ha de acompañarle en una celda cualquiera de la prisión Mariscal Zavala, en Guatemala. Creo poder sentir su frío, aunque mi frío hace de un perfecto par con el lugar en donde escribo y el frío que empalma a las siete páginas de ese discurso ante el mundo y la Fundación Gabo, en los premios GABO 2024, es abrumador, silencioso y melancólico. Así se sintieron los trece minutos y veintiocho segundos en el teatro Jorge Eliécer Gaitán, en Bogotá, cuando su hijo, José Carlos Zamora, acalló al escenario frente a las personas más habladoras, en el buen sentido de la palabra, del mundo periodístico iberoamericano.
Fue allí cuando el silencio se apartó del escenario y José Rubén Zamora nos contó, desde un ejercicio de encarnar las atrocidades que un periodista independiente puede llegar a vivir en esta parte del mundo; los pantalones bien puestos, la convicción reverdecida y las terquedades más apegadas a lo que Gabriel García Márquez, definiéndose mucho más como periodista que como literato, algún día llamó “el mejor oficio del mundo“.
Innumerables son las razones detrás del premio a la excelencia periodística atribuida al principal baluarte de la libertad y la independencia de la prensa en Iberoamérica. Sin embargo, lejos de querer demostrar los “porqués” de su reconocimiento, este escrito tiene como objetivo recaer en los difíciles y apasionantes retos del ser periodista en el mundo actual. Pero sobre todo la gallardía que ha tenido y hay que tener para levantar la voz cuando el mundo quiere que se calle. Esa gallardía fue la misma que él, José Rubén Zamora, destacó para iniciar con la primera ola de aplausos: reconoció a Guillermo Cano y Pedro Joaquín Chamorro, periodistas “que prefirieron morir en defensa de la libertad, que vivir hincados y renunciar a sus firmes convicciones frente a los narco-clepto regímenes fascistas característicos de nuestra exuberante región”.
Después de un efímero silencio luego de los aplausos, la oscuridad que abrazaba al atril desde donde se leía el discurso, parecía querer revivir las narraciones abrumadoras que las siete páginas tenían para contarnos: helicópteros sobrevolando en misiones nocturnas, disparos en las calles de la ciudad frente al diario ElPeriódico de Guatemala (que anunció su cierre 26 años después de su primera emisión, pues su editor general está tras las rejas y algunos de sus reporteros en el exilio), llamadas telefónicas por las madrugadas, detenciones ilegales, asesinatos, hipotermia, daños mentales que ocasionaron “eternos 11 meses en los que se buscó inconscientemente a la muerte” y una infinidad de cosas más.
El relato parecía el guion de una película de ficción narrada asombrosamente por un estudiante primíparo de cine, pero lo cierto es que lo increíble y sorprendente de su trama no eran las irrealidades plasmadas típicamente en ellas, sino porque todo era sumamente real; y peor aún, había y seguía siendo vivido por alguien como los que estábamos del otro lado de la tarima. Entonces, y sin premonición alguna, verdades que apaleaban el rostro de la realidad de muchos periodistas fueron apareciendo poco a poco:
1. “A la luz de esta dramática realidad, resulta evidente la importancia capital de que la prensa juegue el papel agresivo de pequeño contra poder de los poderes establecidos. Tarea muy cuesta arriba, pues la sociedad misma y los poderes tradicionales, paradójicamente incluso los mismos periodistas, tratan de manera recurrente de exigir la redefinición del papel de la prensa y de los periodistas independientes. Claman porque la prensa deje de tener conciencia crítica y se dedique a apoyar, predicar, persuadir, teniendo como ejes sus ideas, creencias, ideologías, ortodoxias, dogmas, procesos políticos y verdades oficiales y oficiosas”.
2. “Más que periodistas y medios independientes quisieran propagandistas, propagadores de “buenas noticias”, constructores de castillos de naipes y simples servilistas”.
3. “El desafío de la prensa independiente es decir la verdad, expresar las cosas como son, desde todos los puntos de vista posibles. Por norma suele ser un ejercicio contra la corriente, en un contexto hostil, solitario y marginal y el poder suele considerarlo subversivo”.
4. “…la única intención es que se deje de hacer periodismo y se haga propaganda a través de los medios y apología de prácticas que terminan por convertirse en perversiones repugnantes”.
el sistema no puede combatir el narco, la corrupción y la impunidad, porque el narco, la corrupción y la impunidad son el sistema
José Rubén Zamora
Sin embargo, y para ser franco con quien me honra con su lectura, sentí con las últimas páginas el resurgir de mi convicción como periodista y la creencia ineludible de que un mundo sin un periodismo riguroso e independiente es sencillamente una distopía. Desde luego quienes tenemos el título de periodistas debemos portar una humildad mucho más apremiante y despojarnos de aquellas cuevas oscuras y solitarias llamadas salas de redacción. Olvidarnos de que la soledad congénita de nuestro oficio es propio de una apatía para con nuestro público es mucho más necesario por el bien de nuestras tareas, precisamos mucho más de conocer a nuestras audiencias para trabajar juntos en pro de la libertad, la verdad, la independencia, el bien común y la democracia.
Además, es perentorio entender la necesidad de un periodismo riguroso, pero también una audiencia rigurosa. Una que entienda el valor importante que ella misma posee a la hora de consumir contenidos y una que dé el valor necesario a las fuentes confiables y repudie aquellas que no, pero sobre todo que entienda la responsabilidad que hay detrás de compartir y replicar contenidos en el mundo mediático actual. Por otro lado, sí: debemos como periodistas abogar por la independencia de nuestro oficio y apuntar a una transparencia abigarrada para con quienes nos consumen. Debemos como periodistas abrazar y cuidar del buen periodismo y repudiar y dar la espalda a fuentes poco confiables y a la idea de replicar informaciones que no apuntan a la verdad y al bienestar de la ciudadanía. Debemos salir al mundo a buscar fuentes, no a replicarlas. Y aún más, partir de la base de lo que somos; José Rubén Zamora en aquel discurso lo expresó: algunas personas, gobiernos, políticos, instituciones, e incluso periodistas y la academia detrás de ello “ignoran u olvidan que la prensa lejos de “deber ser”, simplemente “es”.
Hemos acompañado con servicio al mundo incluso cuando nuestro oficio, como en el caso de José Rubén, Pedro Joaquín Chamorro o Guillermo Cano, pone en vilo a nuestras libertades y vidas, porque allá donde quiera que vayan, sin distinción alguna, siempre habrá detrás un comunicador social y un periodista. Hemos estado con el mundo en sus buenos y no tan buenos días, y seguiremos estando con la convicción de fotografiar, grabar, denunciar, escribir e incluso hablar cuando el mundo quiere que se calle. “El camino es largo y culebrero”, es decir complicado, pero necesario por un “periodismo libre de ataduras, audaz y sobre todo irreverente y dispuesto a correr altos niveles de riesgo frente al poder establecido, que por fortuna, si tiene quien le escriba a lo largo y ancho del hemisferio”.
Hoy José Rubén Zamora sigue tras las rejas como en el momento el que escribió el discurso para el mundo. ElPeriódico de Guatemala ha cerrado sus puertas, pero el discurso seguro que ha abierto muchas otras. Y por volver a Bogotá, donde este escrito inició: fueron dos mil trescientas seis palabras las usadas en aquellas siete páginas de periodismo, que entonaron la primera estrofa para un recital de aplausos, después de que su hijo viajase dos mil ciento cuarenta kilómetros, desde Guatemala a Colombia, para culminar el relato sofocante de su padre, y este escrito presentado a ustedes, con un “Muchas gracias”.
Lea aquí el discurso completo de José Rubén Zamora, leído por su hijo José Carlos Zamora, en los premios GABO 2024
Este documento no ha sido modificado después de su entrega por parte de José Carlos Zamora, hijo del periodista José Rubén Zamora, vía WhatsApp a El Punto Noticias.