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Por: Javier Franco Altamar

Ni fue un milagro, ni la consecuencia de algún tipo de componenda extraña, ni nada explicable. Nada de eso: esa estrella número 10 para el Junior de Barranquilla en la Liga II Betplay del fútbol colombiano 2023 es, quizás, la más fácil de entender.

Primero, lo que el técnico Arturo Reyes encontró en agosto pasado a la salida del Bolillo Gómez fue un grupo con el que no tenía otra alternativa que la de trabajar. Además, ya el técnico antioqueño había hecho la parte más sucia de este proceso que no le alcanzó para deshacerse de Carlos Bacca. Su cometido fue poner la casa en orden, restablecer la línea de autoridad, cortar las tradicionales líneas de indisciplina y tratar de darle una fisonomía clara al equipo en el ejercicio directo en las canchas. Lo de Bacca ahora suena extraño y a ex abrupto, pero toca ser consciente de que la espera fue larga para verlo anotar de nuevo. En aquellos momentos, era una sombra desdibujada de sí mismo.

Reyes no se dio mala vida, y trabajó sobre lo ya actuado. Probó y probó hasta la obsesiones propias. Algunos como Didier Moreno, el arquero Santiago Mele, el centrocampista Homer Martínez y el mismísimo Bacca le dieron la razón, cada uno en distintos momentos. Otros como Fredy Hinestroza, Enmanuel Olivera y hasta Vladimir Hernández (el autor del único gol de Junior en el Atanasio Girardot, pero que obligó a la tanda de penales) marcharon en reversa. Y algunos que prometían, como José Enamorado y Deíber Caicedo, se metieron poco a poco en una especie de inercia a punta de calidad.

En ese proceso, que implicaba también ir probando, en simultánea, situaciones de equilibrio durante los partidos, el equipo se configuró en la recta final, y ya fue claro que había 11 inicialistas, que Hinestroza y Vladimir podían ser alternativas, que Luis ‘Cariaco’ González no se iba a lesionar más, y que Mele era tan seguro que el equipo podía permitirse ciertos riesgos.

Y el manejo del grupo era consecuente con lo que avanzaba: no había disputas ni envidias, eran un solo equipo y cada cual, cuando entraba, daba lo mejor. La noche en que le ganaron al Tolima 4-2, los dos arqueros -Mele y Martínez- salieron casi abrazados a saludar a la tribuna, a dar testimonio de que el éxito del uno también era el del otro. Nada de roscas ni zancadillas internas contra nadie, ni mucho menos contra el técnico quien, por cierto, no titubeó jamás con los cambios que se le ocurrían.

La última gran decisión suya, que todos vieron como lógica luego del partido contra Tolima, fue la de prescindir de Olivera para el segundo tiempo contra el DIM y mandar a la cancha, en su reemplazo, a Brayan Ceballos. Es que Olivera andaba nervioso y torpe hasta el riesgo. Fue suyo el mal cierre que permitió un tercer gol del local al minuto 36 del primer tiempo. Menos mal que el anotador, Daniel Torres, alcanzó a tocarla con la mano antes de disparar y el Var lo notó.

Y en el segundo tiempo, cuando ya las fuerzas mermaban y era necesario hacer cambios, Reyes hizo los suyos a riesgo. Ya el técnico del DIM. Alfredo Arias, había hecho los propios para recuperar el orden y administrar la ventaja que representaba el 2-0 conseguido al minuto 56 del segundo tiempo con Cetré. Con ese resultado, el campeón era DIM gracias a que luego del 3-2 en contra en Barranquilla -primer partido de la final- quedaba 4-3 en el llamado ‘global’.

La entrada de Vladimir en el minuto 70 en reemplazo de Enamorado, y la de Berrío por Cariaco representaron un aire similar al del cierre del primer partido en Barranquilla, pero esta vez fue el pequeñín quien marcaría, en el minuto 90, su gol más importante del año: 2-1 y global empatado a 4.

Y en la tanda de penales, ninguno de los junioristas falló. Y hasta eso estaba planificado: Reyes confesó, en una entrevista, que llevaba en el bolsillo una lista con seis ejecutantes, y al final del partido, solo uno estaba ya por fuera: Cariaco. Nada más fue cuestión de ponerlos en el orden en que se sintieron mejor, y listo. La pelota estaba en manos de Mele, que atajó el primero al gran héroe local, Daniel Torres. Lo demás fue seguirle el juego a las matemáticas…

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Comunicador social-periodista (1986), Magíster en Comunicación (2010), con 34 años de experiencia periodística, 24 de ellos como redactor de planta del diario El Tiempo (y ADN), en Barranquilla (Colombia). Docente de Periodismo en el programa de Comunicación Social (Universidad del Norte) desde 2002.

jfranco@uninorte.edu.co