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Por: Yuleixi Galvez

Solo en un lugar de Barranquilla un chicharrón puede ser sexual y un mondongo puede levantar a un muerto.


En pleno 2017, esta tiendecita, la de Monchy, la que tiene más de 50 años de pie, sigue abierta al público en el barrio Boston. Allí, cualquier antojado de gastronomía quillera puede ir a matar el antojo y combinarlo con un jugo de corozo o una cerveza.

En el menú la charla no puede faltar,: la tradición marca que allí se habla con amigos tranquilamente sobre cualquier tema, tan como lo hacían Gabo y sus amigos en sus tiempos de juventud.

 LA HISTORIA

Para hablar de lo bien que se pasa en ese lugar, haré un pequeño recorrido histórico. La Tiendecita de Monchi, como inicialmente se conocía, fue fundada en el año 1965 por la señora Olina Rivero, y como su nombre lo indica nació como una tiendecita de barrio, hasta que un día cualquiera un cliente le hizo una propuesta que Olina no pudo rechazar.

Este cliente peculiar era Álvaro Cepeda Samudio, quien le propuso reemplazar todas las cervezas Germania que tenía en la nevera y sustituirlas por cervezas Águila.

Y así sucedió. Pasado un tiempo, Cepeda regresó e invitó a su amigo y compañero Gabriel García Márquez quien se convirtió en cliente fiel de La Tiendecita.

Día tras día frecuentaba el lugar para disfrutar de un buen pedazo de Patilla o de Papaya junto a sus amigos, sentado en un banco de madera para conversar sobre su tema favorito: la literatura.

Esta Tiendecita ha sido durante años visita obligada de muchas personas importantes en el ámbito cultural de nuestro país, como lo son: Luis Carlos Galán, Fernando Gaitán, Rafael Escalona, entre otros ilustres personajes.

Los nombres peculiares de sus platos y las grandes figuras que aquí devoraron carimañolas y chicharrones decoran la historia de La tiendecita de Gabo, que es desde hace un tiempo patrimonio gastronómico de la Puerta de Oro.  

Este lugar se caracteriza por los peculiares nombres de sus platos, entre los que se destacan: deditos curucuteros, chicharron sexual, mondongo levantamuerto, entre otros.

En sus paredes resaltan fotografías de la cultura popular y jocosa de nuestra amada Curramba.

Así que ya sabes: si el centro de tu experiencia es buscar un punto donde se mezcle la comida típica, la historia cultural, el estilo callejero y toda el desparpajo barranquillero, es decir, un lugar al que no se deba asistir con corbata, pero sí con mucho apetito, sed y ganas de hablar con los amigos, La Tiendecita seguirá estando en la misma de esquina de Boston para satisfacer esa y muchas otras necesidades. 

 

 

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