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Por: Alexis Posso M.

El edificio donde funciona el periódico es un ícono del paisaje barranquillero. La fachada teselada de azul grisáceo con el letrero que pone  “El Heraldo” en letras rojas resulta imposible de ignorar. En parte porque la calle 53-B es muy angosta, pero más porque todos en La Arenosa han oído hablar alguna vez de este mítico diario.

Hoy, lo primero que se ve al acceder al segundo piso es un mar de cabezas canosas que acompañaban al expresidente César Gaviria. Él acaba de abandonar el recinto, pero  dejó tras de sí un alboroto de gente entre la recepción y la sala de juntas del periódico. Son las 11:00 de la mañana.

Iván Bernal no tiene cabeza para darse cuenta de que estoy aquí, y yo lo comprendo, porque el panorama de hoy se ve incluso más maratónico que de costumbre. Algunos fotógrafos aún revolotean entre la confusión con sus flashes, dándole vueltas y vueltas a los lentes de sus cámaras. tratando inútilmente  —O al menos así parece— de enfocar lo que sea que estén fotografiando.

Marco Schwartz, el director del periódico, despide uno a uno a los miembros del séquito de Gaviria, y acto seguido se pone a hablar por su celular mientras deambula por la redacción. Con el teléfono magistralmente acomodado entre el hombro y la oreja, Marco se aproxima a una cafetera, presiona la válvula y tuerce la boca.

— Anita. —Le habla a su secretaría—, no hay café.

A las 11:15 a. m. la redacción ya pinta más como cualquier otro día. La mitad de los que aquí laboran se encuentran en algún lugar de la ciudad haciendo reportería, la otra mitad está aquí, concentrada en escribir. Iván se ha metido en una junta con el director y varios socios del periódico. Una junta que se prolongará dos horas y 32 minutos, según comprobaré más tarde en mi reloj. “IVÁN BERNAL ES UN HOMBRE OCUPADO” escribiré sarcásticamente en mi cuaderno de apuntes.

A eso de las 12:00 del mediodía, un Iván evidentemente apenado saldrá de su reunión para excusarse por la demora. Ya lo había visto un par de veces antes y debo admitir que siempre me pareció un tanto altivo. “Que pena tenerte esperando, que sepas que estoy pendiente para atenderte pero ahora estamos en una reunión importante” dirá, a la par que me tiende la mano. Para las cuentas: Iván Bernal Marín, Editor Jefe del periódico El Heraldo de Barranquilla nunca antes me habrá parecido más amigable y familiar.

Cuando por fin llega el momento de la entrevista me vuelvo consciente de la situación: estoy frente al que es quizá el hombre más joven en alguna vez ocupar un puesto de tal importancia en el caribe colombiano.  La pinta de Iván es la de un “Pelao”, no aparenta más de 25, pero tiene 31, según me confirmará en algún pasaje de nuestra conversación.

El cabello cortado a ras, la barba bien arreglada, las gafas de carey oscuro y la camisa entre azul turquí y verde, estampada de diminutas flores y abotonada hasta arriba; la cara redonda de niño. La grande oficina, los periódicos de ayer y de antes de ayer, de la semana pasada y quizá del mes pasado frente a mi, las paredes blancas y mi celular a modo de grabadora sobre el escritorio; el ordenador, un televisorcito y la impresora a un costado.

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—¿Cómo es ser tan joven y ocupar un cargo de tanta importancia en un periódico como El Heraldo?

—Es todo un reto, es complicado; la verdad es que para mi es un honor. Yo lo veo como una misión, un desafío, tiene muchas complicaciones porque yo mismo estoy aprendiendo a manejar muchas cosas, he venido aprendiendo durante el proceso —Dice, mientras me cuenta que su llegada a este importante medio de comunicación se dió en un momento de transformación para el periodismo escrito:

—Hoy en día el periodismo se enfrenta a ver cómo  proyectarse con los valores tradicionales del papel en las plataformas digitales y mantenerse relevante para las audiencias. —comenta, y en este punto me queda claro que cuando se trata de su trabajo, Iván se toma todo muy enserio.

De todo lo que se ha dicho sobre este barranquillero de padre cachaco y madre currambera, que era el chico tímido del salón parece ser lo más difícil de creer hoy por hoy, Iván, sin embargo opina que “tímido” es apenas uno de los rasgos de su personalidad y prefiere emplear el término “geek” para referirse a sí mismo:

—A mi me gusta el rock. —Es fanático de Green Day y de Nirvana—, me gustan los cómics; y el ser tímido de algún modo, hizo que me dedicara en mis primeros años de juventud a ver cine, a jugar videojuegos, a escuchar música y sobretodo a leer, y creo que todas esas cosas  han servido de algún modo, porque hoy en día lo que trato de plasmar en el periódico tiene un poco de lo que fue eso  —Afirma, y  se excusa por un instante porque su whatsapp no ha parado desde que nos sentamos a hablar y él debe contestar un mensaje importante.

El de los cómics es un tema apasionante para este egresado del programa de maestría en periodismo que gestionan hace ya algunos años la revista semana y la Universidad del Rosario. Es un ávido coleccionista: tiene las series completas de novelas gráficas como Watchmen e historietas como Sin City y su superhéroe favorito es Sandman un personaje de DC comics que habita el mismo universo que los conocidos Superman y Batman. Entre superhéroes y lecturas interminables, Iván también le saca tiempo al cine, habiendo llegando incluso a escaparse de la redacción para ver películas como “Mad Max: Fury Road” (de George Miller) y “El Abrazo de la Serpiente” (de Ciro Guerra).

Iván admira a muchas personas, pero en particular admira a Ernesto; el hombre que ocupase alguna vez la oficina contigua a la suya. Se refiere a Ernesto McCausland; un grande que para Iván fue el epítome contemporáneo del hombre del romanticismo: una época en la que el artista “hacía de todo”.

—Él (Ernesto) exploró varios registros para hacer crónica: contaba historias en radio, en televisión, por escrito y hacía cine, hizo todo lo que tenía al alcance en su momento —me cuenta. Iván considera que el periodista de hoy está obligado a hacer de todo y a tener una presencia pública en las redes sociales. En efecto Bernal posee casi 2500 seguidores en twitter y su presencia en la web, gracias a su blog “Vivo Relativo”, es permanente.

En El Heraldo empezó a los 29, y para entonces era sólo un redactor más en la sala del periódico “líder en la costa”. Me cuenta que en su “fase de periodista”, como él mismo la llama, hizo cosas bastante bizarras para cumplir con la orden del día: vender una tapa de alcantarilla en el “mercado negro” y hacer pasar a una amiga por su novia embarazada en una clínica de abortos son algunas de ellas, pero hay una, entre tantas historias, que en definitiva encabeza la lista de “cosas que pudieron haber salido terriblemente mal”:

—Frente a las registradurías hay sitios donde a uno le toman muestras de sangre pinchándole el dedo, y lo hacen en unas condiciones sanitarias paupérrimas, que no cumplen ningún estándar. Yo, para probar que efectivamente era así, fui a las cinco registradurías de Barranquilla a sacarme muestras de sangre. —en este punto, y aterrado por la tranquilidad con la que me contaba semejante historia, me figuró preguntar:

—¿No te dió miedo? —e Iván se rió

—Pero lo hice —dijo, y continuó —Me saqué la sangre y eso creo que fue de lo más loco que me ha tocado hacer.

—Debo decir que eso, bueno, pudiste no haber vivido para contarlo hoy —Comenté con una risa que tenía más de asombro que de risa. De haber llevado sombrero, me lo habría quitado en ese momento.

A estas alturas mis preguntas buscaban más a Iván Bernal, el humano de carne y hueso que a Iván Bernal, el editor jefe:

—¿Tiene alguna vez oportunidad de sentarse y decir “hoy voy a leer un libro” o “hoy voy a sacar a pasear a mi perro al parque”?, ¿”voy a tomarme un café con un amigo”?, ¿deja  alguna vez de sonar el teléfono para un editor jefe?

—Claro que sí; me gusta reunirme con mis amigos, salir como a cualquier otra persona, eso lo que ha hecho es que yo, a mi edad, sea una persona muy cansada, trato siempre de mantenerme activo así salga tarde del trabajo, los fines de semana ir a la troja(…)

—¿Te gusta bailar salsa?

—Claro, mi mamá es una gran bailarina de salsa y en mi familia somos muy musicales, a eso le  atribuyo la relación entre mi papá y mi mamá —Comenta Bernal, para quien sus progenitores han sido grandes influencias, sobre todo su padre, quien antes de conocer a su madre se vino a Barranquilla siguiendo a su ídolo, Álvaro José “El Joe” Arroyo, luego de vivir muchos años en Cali,

—Al vivir algunos años en Bogotá tuve la experiencia de recorrer un poco las huellas de mi padre, y me dí cuenta de que tenemos mucho en común —Admite—.

Según él mismo, todo lo que es Iván Bernal hoy lo imaginó su padre alguna vez: “Papá era un hippie de pelo largo que tocaba el acordeón y que por circunstancias de la vida terminó convertido en un hombre de oficina más” dice, y me explica que antes de querer ser periodista tuvo lo que él denomina “las mismas pretensiones musicales” —Cantó, tocó la guitarra y el piano, e incluso tuvo una banda: “Reverbero” que, de acuerdo con sus propias palabras, “nunca salió de aquel garaje frente al parque del golf”.

Por fin le pongo Stop a mi celular/grabadora. Iván se ve aliviado, su novia —que también es periodista—  ha estado esperando que lo libere, sentada en la misma sala en donde estuve yo casi 40 minutos atrás. Él le pide que entre y nos tome por favor las fotos que necesito como evidencia para la entrevista. Ella bromea y me dice que es “su hermana” mientras ambos se ríen. Es extraño ver a Iván más allá de la placa de “editor jefe” en la puerta de su oficina, menos preocupado por el whatsapp y más preocupado por almorzar, por salir al aire fresco de la tarde barranquillera.

A Iván le queda el resto del día para seguir siendo el editor jefe y corregir artículos mientras los lee en voz alta antes del cierre de edición. A mi me quedan 48 horas para hacer caber 38 minutos con 52 segundos de grabación en Mp3 en 3 páginas tamaño carta: supongo que eso no es nada comparado con lo que hace él a diario —Hay que admitir que no debe ser nada fácil velar porque las realidades más importantes del mundo y sus alrededores quepan en un formato universal de entre 30 y 32 páginas, y encima tener que empezar de cero todos los días.

Me voy pensando que Iván es como un superhéroe muy a su manera, no porque lleve capa bajo la camisa floreada, o porque esas gafas y el hecho de que es periodista me hagan compararlo inevitablemente con Clark Kent, sino porque hay que ser por lo menos algo parecido a un superhéroe para lograr balancear una vida así: una vida en la que nunca estás tranquilo, pero te sacas espacios para estarlo, una vida en la que eres el editor jefe de El Heraldo sin dejar de ser Iván Bernal, el pelao del piano, el de la banda del garaje del golf, al que le gustan Oasis, ir al cine y los comics.

 

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