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Por: Luisa Samper

A propósito de ‘Padrito’, evento que ya se ha vuelto tradicional en la ciudad al que acuden los jóvenes barranquilleros durante las carlestolendas, vale la pena mostrar aquel Carnaval que va más allá de lo que popularmente se hace durante las fechas y que nace en el río.

La tambora resonaba acompañada del alegre y el llamador con el toque inconfundible de la guacharaca, ¿y qué hacer? Ya no me podía quitar la sonrisa de la cara, el ambiente de carnaval se metía entre tus fosas nasales y terminaba refugiándose en tu alma. Era la primera vez que iba y ya me quería quedar para siempre.

La plaza estaba a reventar, y el simple hecho de pensar que íbamos a encontrar muy rápido un lugar donde sentarnos parecía totalmente equívoco. Caminamos por la puerta del museo y llegamos a la parte izquierda, cerca de la estatua de Gabo. El panorama sólo irradiaba una palabra en mi mente: multitud. Y cuánta multitud, la gente estaba muy emocionada por La Noche del Río, quizá tanto como yo lo estaba.

Bajamos rápidamente, entre los vendedores ambulantes, los Son de Negro, las personas del staff y los demás asistentes. Y allí en la esquina, tuvimos que quedarnos de pie un rato mientras ubicamos un lugar donde podernos sentar, lo cual no fue tan difícil como yo esperaba.

Ya luego de habernos sentado, empezó lo bueno, tanto así que nos volvimos a poner de pie, pero esta vez para poder bailar.

La voz de la maestra Ana Matilde Alvarado del grupo folclórico “Tambora La Candelaria” se abrió espacio en mí y me puso a vibrar con sólo escucharlo, la emoción de ver a la mujer sentada en una silla, sonriéndose mientras entonaba las líricas que durante 8 décadas ha cantado simplemente no tenía precio.

“Dime, Lirio, dime, Rosa, dime, Clavel encantado; dime cuál es el remedio para el hombre enamorado”

Cuando se bajaron de la tarima, en la pantalla grande se veía cómo, en las intersecciones de cada grupo al bajar y subir de la tarima, hacían un recorrido por todo el museo, y aunque ya había recorrido docenas de veces ese mismo museo, no podía dejar de mirar hipnotizada, la magia del lugar era simplemente atrapante.

Y entonces aparecieron desde Libertad, Sucre, los cantores de AfroMusica que no hicieron más que poner a todo el público a bailar y saltar, desde el más pequeño hasta al más grande.

Una mezcla de ritmos autóctonos como la cumbia y el bullerengue y urbanos como el rock y el rap es lo que compone al “Bullenrap”, ritmo que no hace otra cosa sino curarte el alma y poner a vibrar cada hueso y músculo de tu cuerpo.

“Ya me duele, ya me duele, la garganta ya me duele, ya me duele le le, la garganta ya me duele”

Mensajes de paz y liberación fueron los que enviaron los sucreños al público que se encontraba presente en la noche del 28 de Marzo, junto con alegres vibras y gran cantidad de energía.

AfroMusica se bajó del escenario y el público asistente quedó en pie, aplaudiendo, lanzando gritos de júbilo y silbidos a la agrupación que tanto los había hecho vibrar.

Y ya ahora todo estaba hecho, AfroMusica había dejado el público como se quería, eufórico y hambriento de ritmos para poder bailar y disfrutar la noche como ésta lo requería.

Era el turno ahora de “Herederos del Bullerengue” con sus niños cantores que me conmovieron hasta los huesos y fue tanta la emoción que no podía quitar mis ojos de la tarima mientras mi cuerpo se movía al compás de la música.

“Colombia quiere la paz, señor, ella no quiere sangre, Colombia quiere la paz“

Cuando ya no pude más con el hambre y el estómago ya me daba vueltas, tuve que salir a alimentar mi cuerpo ya que el alma estaba satisfecha.

En el camino, no sólo encontré comida, personajes muy graciosos como los Son de Negro que te sacaban la lengua y se reían de ti en tu cara lo que provocaba tu misma risa, un disfraz de aborigen que se acercaba con su hacha entre la audiencia y se robaba a las novias de las parejas que veía, una carismática señora vestida de carnaval desde lo pies a la cabeza e incluso la sonrisa, bailaba, cantaba y reía; además estaba el descabezado del FICBAQ asustando a la gente y amenazando con descabezarnos también.

Volví a sentarme en las tablas, disfrutando de la brisa en la cara y de la buena compañía, con la sensación de plenitud invadiéndome y feliz porque había descubierto algo que me había hecho despertar y sonreír.

La clausura de la noche estuvo a cargo de Kuisitambó, con gaita, tambora, guitarra y batería, una agrupación de Bucaramanga que cerró con broche de oro la noche única que vivimos todos y cada uno de los asistentes.

“Malpago se llama el perro, Malpago se llama el perro y Fortuna la perrita, cuando se muera Malpago, queda Fortuna solita”

Cuando salí a subirme al carro, hacía mucha brisa, pero nunca sentí tanto calor interno y tanta paz, y lo entendí.

El Carnaval no es solamente para tirarnos maicena y espuma, no es solamente para ver a las reinas en las carrozas, no es solamente para salir y bailar hasta el día siguiente, no es solamente Pradito, los Car Audios de la 21 o Calle Ancha.

Aquella frase tan usada había cobrado sentido para mí al fin: El carnaval es magia y es cultura. Y lo es. Te cura el alma, te saca de la realidad, te lleva a conocer cosas nuevas. Ríes, lloras, agradeces, disfrutas, te encuentras.

Me encontré en el Carnaval de Barranquilla, me encontré en una tambora, me encontré en una sonrisa, me encontré en una pollera, me encontré en una cumbia y me encontré en cada una de las personas allí presentes. Me encontré en la Noche del Río.

Foto: Museo del Caribe

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