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Por: Andrea Dluis

Todo inicia hoy y ahora. Son las 5 de la mañana en Puerto Alcatraz y un sol cálido entra por la ventana de una pequeña casa de bareque amarilla, que con el pasar de los años ha perdido su tonalidad, con escasos 2 cuartos, un baño y una calurosa pero imprescindible cocina. A esa hora alista a sus tres hijos para los quehaceres educativos, desenreda la red, prepara las carnadas y saca al mar su pequeña lancha: La Sirena.

Durante toda su vida Jorge Eduardo Rodríguez, y sus tres hijos, han convivido y sobrevivido con el vaivén de las olas y con el peculiar olor de los animales que allí habitan. Entre esos cangrejos, lebranche, robalo, sierra, picúa y pargo. Hoy, cincuenta años más tarde, él reafirma que son los animales su principal y única fuente de ingreso. Para su familia representan la vida en sí.

Para el pescador Rodríguez, nacido en Salgar, Puerto Colombia, con escasos estudios de básica primaria, los días en el calendario transcurren todos al pie de su rutina. No hay días festivos, fines de semana o puentes. Diario a las 7 de la mañana sin falta alguna, Jorge, antes de salir de su casa, toma su infaltable sombrero de paja, que está ubicado detrás de su puerta, regalo de su padre José Rodríguez Arjona. Por mucho tiempo pescaron juntos con sus sombreros de paja. Luego de tener lo necesario para iniciar su pesca diaria, se dispone a quitarle el palo de madera que sujeta su pequeña lancha, contra la arena la arrastra unos pocos metros, hasta llegar a la orilla del mar. Enciende el motor e inicia su viaje hacia mar abierto. Rodríguez allí solo depende de la marea. Ya ubicado en el inmenso azul lanza con firmeza el ancla. Luego, echa al agua la red, espera pacientemente de 5 a 10 min y con fuerza y empuje jala de ella. Cuando no tiene la compañía de alguien prefiere esperar menos tiempo y hacer varias lanzadas.

Luego de terminar con su pesca diaria, separa los peces y los pone a disposición de sus clientes. Alrededor de las 10 de la mañana su hijo mayor, Juan camilo, llega a casa, se despoja de sus pertenecías, se coloca ropa más fresca y cómoda, busca su sombrero y sale con su padre a recorrer los perímetros de playa en busca de residuos que diariamente aumentan afectando el entorno. Posterior a esto, Jorge retoma su travesía en el mar, pero esta vez en compañía de Juan que al igual que él ha despertado un amor por su entorno, alistan los utensilios caseros que les permiten recoletar la basura sumergida y una malla que recoge la que está en la superficie. Esta actividad solo lo hacen en horarios de 10 am- 2 pm donde la marea está baja, haciéndoles más fácil la recolección. Suben los residuos a la Sirena y lo llevan a casa. Mientras que se preparan para el retorno a casa, María y Perla, las menores de la familia, también lo hacen.

Cuando se encuentran los cuatro, proceden a separar y clasificar los residuos encontrados.La mayoría de ellos son botellas de vidrio y plástico, tapas de plástico, pitillos, latas de cerveza, bolsas, envolturas, pertenecientes en el mayor de los casos a plásticos. En otras ocasiones encuentran llantas, palos, pedazos de sillas. Pero Jorge asegura que no es suficiente y que de una u otra forma se puede evitar o disminuir la contaminación marina, por esto cada mañana se da a la tarea de iniciar jornadas matutinas de recolección de desechos, los cuales son dejados por los diferentes visitantes de las playas.

Su papá José Rodríguez, pescador de antaño de 84 años, se desvive por la playa y sus alrededores. Nació y asegura que morirá en único lugar donde el viento está presente 24 horas al día, ese donde crió a sus hijos y les enseñó el verdadero tesoro que esté vale. Jorge heredó mucho más que el negocio familiar, ese ese valor incalculable de su alrededor, ese deseo de cuidarlo y preservarlo.

La playa es un territorio extenso, por lo tanto, él no es el único beneficiario de las riquezas de la naturaleza.

Siempre supo que el intentar rescatar un poco de este entorno, no iba a ser fácil, pero su convicción era que por algo o alguien se empezaba. Poco a poco se acercó a sus vecinos y colegas de faena, haciéndoles énfasis, que el hoy y él ahora es crucial para la preservación del medio ambiente que los rodea y quien ha sido muy útil para muchos de ellos. En su mayoría, en un principio se rehusaban a colaborar, muchos alegaban diciendo que ellos no eran los culpables de que las playas se mantuvieran en ese estado o que, si el día de hoy limpiaban, al rato sus clientes, turistas o visitantes deshacían lo que con mucho esfuerzo ellos lograron. Ambos decían la verdad.

Rodríguez no desistió. Con la ayuda de sus tres hijos, como plan inicial los prepara para un recorrido por la zona, desde su hogar, hasta la frontera invisible que tienen entre las playas públicas y las que pertenecen a hoteles como Pradomar, a medida que avanzaban iban observando donde se asentaban más los residuos como colillas de cigarro, envolturas, plástico. Mientras que lo hacían, Jorge les iba mostrando, lo que en un futuro debería seguir siendo su sustento y que, si no se daban a la tarea de preservar, no solo vivir de algo más, sino que también se acabará uno de los recursos preciados del planeta.

Perla de 10 años, es la más inquieta de los 3, desde muy niña le encantaba jugar a la orilla de la playa con un pedazo de madera y fingir que era una surfista, su padre por su labor mantenía ocupado y no se percataba de que si no se cuidaba corría peligro, hace más de 5 años, que Perla se extravió, salió a jugar como de costumbre y luego no regresaba, al darse cuenta María le contó a su papa, rato después ella regresó. Desde ese entonces su padre l creo con ayuda de una boya una línea imaginaria e hizo prometerle que no la cruzaría por nada ni nadie. Su padre les ha inculcado el amor, pero sobre todo respeto por playa. Jorge asegura que hay que tenerle respeto al agua y así estarás fuera de peligro.

Rodríguez hoy en día tiene un convenio establecido con la alcaldía de Puerto Colombia, todos los residuos que recolecta y clasifica, son llevado a puntos específicos dispuestos por el ente público. Gracias a la ayuda de sus hijos, logra recaudar al día 4 bolsas de plásticos, por eso ellos le ofrecen a cambio útiles escolares para los 3 de material biodegradable, María y Perla estudian en un colegio del estado con la ayuda de Celinda Bastidas coordinadora del proyecto “una semilla cuenta”, que busca que se concienticen y ayuden a buscar una solución a esta problemática ambiental que poco a poco acaba con el entorno. Con la participación del proyecto, se ayudan diariamente a 700 personas de este municipio, con canjes puestos por la gobernación Porteña. Hoy en día, hay más de 15 colegas que junto a el pescador Rodríguez incluyendo algunos encargados del orden público, patrullan la zona, velando por su tranquilidad y buen uso.

El esfuerzo que hacen el día de hoy, será mañana más tarde la recompensa del medio ambiente hacia todos. Una pequeña basura cuenta, cada granito también. No hay que esperar no tener solución para buscar una.

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