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 Por: Brenda Gonzales 

Cuando era niña me cuenta mi madre que odiaba los juegos que había en los centros comerciales, pero ese día, aprendí de la paciencia, del amor y del valor que tiene la niñez. No fue fácil empezar el día con las sabanas pegadas, la noche anterior había decidido ir a un restaurante que termino en una fiesta de esas que cada vez que intentas irte se ponen mejor entonces decides quedarte hasta que no aguantes más, pero el deber llama y esa fue la razón que me hizo levantarme de la cama, me bañe, me puse ropa cómoda, una camiseta blanca, una falda y unos tennis, a fin de cuentas la puntualidad siempre juega a tu favor cuando el destino está cerca. Eran las 8:56, el centro comercial lo abrían a las 9:00 am llegue a la hora exacta porque solo me tocaba caminar dos cuadras pero por la lluvia mi mama me llevo.

Salude al vigilante de turno, y llegue al que sería mi puesto de trabajo, con las llaves que me había dejado la señora Milena abrí las vitrinas, saque los juguetes, arme las sillas de los niños, las mesas, y las hojas para dibujar.

Cuando creí que todo estaba listo recordé que había olvidado avisarle a la administradora del local que ya estaba lista para trabajar así que la llame, no olvidare jamás sus palabras “si algo se pierde tú me respondes, asegura todo, estate pilas, si no sabes el precio de algo me llamas o me escribes”. Definitivamente no se gana experiencia sin antes lanzarse sin saber absolutamente nada, pasaron unos niños con sus papas, eran mellos, primero se acercaron los niños luego sus papas uno de ellos se puso a llorar porque quería colorear en las hojas, el otro niño con cara de cálmate por favor solo lo miraba y yo? queriendo que fueran mi primera venta del día, y así fue, los papas decidieron comprarle dulces y pagarle al mello que lloro el servicio de dibujar.

Recibí los primeros diez mil de toda la mañana, hora de almuerzo y el centro comercial lleno, no voy a mentir en un momento quise levantarme, ir a dormir a mi casa con el aire encendido y volver pero no, no pude. Fue duro quedarme viendo como entraban a los restaurantes las familias, los jóvenes, y yo solo con ganas de dormir por mucho tiempo tenía que atender a personas que llegaban a comprarme dulces, mecatos, muy poco vendí juguetes.

A eso de las 3:00pm llego una señora de unos 45 años, buscando un regalo para su nieta, me conto que cumplía años y que no quería llegar con las manos vacías así que le pregunte la edad de la niña para buscar un regalo acorde, me respondió que tenía unos 8 años, le saque alrededor de cinco juguetes y probé 2 que servían con batería de los cuales no llevo ninguno y me toco recoger, empacar y guardarlos todos.

Los niños o son muy llorones, o son muy tímidos pues fueron los dos tipos de clientes que llegaban. Para estar de pie tantas horas y solo sentarse cuando no hubiera movimiento en el almacén  fue muy tedioso, recibir órdenes y amenazas en caso de no querer cumplirlas es algo que muchas veces no se valora cuando en la posición de comprador no comprendemos porque no siempre las personas están sonriendo todo el tiempo.

En las ventas como en la vida nada es fácil, haber sido asesora comercial fue un reto por la dedicación, paciencia, tolerancia con la que se debe trabajar. Se hicieron las 6 de la tarde y mi turno había acabado, así que llame a señora Milena, envió a la niña que tiene turno de noche la saludé y camine hacia mi casa, cuando llegue abrace a mis hermanas y sentí que la niñez solo se vive una vez y que para ser la mejor en cualquier oficio o labor se necesita tener respeto y dedicación.

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