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Por: María José de la Rosa

Todos hemos atravesado por situaciones difíciles en la vida. Es casi imposible escuchar de una persona que no tenga problemas, necesidades, enfermedades o que nunca haya necesitado una mano. De hecho, esta mano puede llegar a ser bendita y poderosa desde los ojos de quien la busque y Martín Suárez Durán ha prestado la suya durante más de 30 años para quienes optan por una solución alternativa a sus problemas.

Él se considera un mentalista de nacimiento, dispuesto a transmitir bendiciones y “ensalzar” a personas inestables espiritualmente o que atraviesan por grandes dificultades, pero más que nada asegura que su conexión con la vida y el amor que irradia a todos los que lo visitan son los factores que hacen posible el éxito de su trabajo.

Desde las 5:00 a.m. inicia su conexión con santos, arcángeles y el trío de matronas que lo precedieron: su madre, su abuela y su bisabuela. De ahí en adelante espera a quienes ya le han anticipado que necesitan de su colaboración para “ajustar unos problemas”. Cuando alguien acude a su cita lo que más le preocupa a Suárez es la honestidad de sus visitantes al momento de contar la situación que los afecta, porque es a partir de ahí que puede establecer la solución adecuada y más pertinente. Él se acoge al refrán popular de “gallo que no canta algo tiene en la garganta”, por eso prefiere escuchar de la boca ajena lo que asegura saber mucho antes por su propio don.

La oración que prosigue es su mantra. Solo él la conoce y la profesa mentalmente para establecer un vínculo cercano con el más allá y asegurarse de tener la ayuda de sus ancestrales guías para que lluevan las bendiciones. Cuestan 30 mil pesos. Después del ritual, es indispensable que las instrucciones de la consulta se sigan al pie de la letra si se quiere garantizar la culminación exitosa tanto del proceso como del problema. Solo queda esperar.

 Oración al Santo Niño de Atocha, cuadro a la entrada de la sala

Aunque Martín casi siempre lleva unos traguitos encima, le pone toda la seriedad a su trabajo. No concibe que las personas omitan las energías que los rodean y que vienen impregnadas con cada uno al llegar al mundo. Incluso, con un aire de intelectual de la física, define a las energías psíquicas, psicotónicas y mecatrónicas como el motor del universo y de la existencia misma, por lo que asegura que el campo espiritual no se puede estudiar, sino las vivencias.

Tampoco está de acuerdo con llorar por los muertos, porque desde que aprendió a los 11 años todo sobre el mentalismo y el espiritismo, interiorizó que la gente se muere físicamente, pero sigue viviendo en otro plano. (De hecho, mientras trataba de entender un poco cómo tantas cosas pueden existir al mismo tiempo, Suárez me aseguró que estábamos acompañados por sus familiares fallecidos, lo que apresuró mis escalofríos).

“El brujo” como le dicen en el barrio, con 48 años de piel dura, en medio de un suave olor a tabaco, eucalipto y con sus ojos rojos por el guayabo, expresó que a veces le sobreviene de repente un asomo de tristeza. Antes el trabajo le era de mayor gusto, lo hacía con su amor entero y “aprovechaba más sus genes prodigiosos” que le heredaron sus descendientes costarricenses, pero de un tiempo para acá está resentido con la sociedad porque es, en sus términos, desagradecida.

Dice que quienes no le creen están decepcionados de la vida, son personas vacías y no escuchan los consejos que Dios manda a través de los ángeles, pero firmemente asegura que nunca engaña a nadie y que están en todo su derecho de ignorar lo irrefutable. Él también cargó muchas dudas sobre su propia religión (catolicismo), y a pesar de ser un franciscano devoto, ahora está seguro que “los sacerdotes no son más que embaucadores”, sobre todo desde que el director de su bachillerato franciscano en Barranquilla, según relata, se enamoró de una de sus hermanas justo antes de su graduación.

Martín es consciente de que la legitimidad de su trabajo está en boca de todos, pero si le preguntan sobre casos concretos, menciona sin dudarlo a Judith Domínguez, quien hace pocos días vino a visitarlo para agradecerle todo su apoyo cuando estaba desahuciada y la buena mano y el buen precio en su momento. De todas maneras, a Dios lo que es de Dios y al césar lo que es del césar.

 

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