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Foto: Historia de Colombia (@colombia_hist) vía Twitter

La segunda ciudad más importante del Tolima que fue borrado por una inclemente avalancha la noche del 13 de noviembre de 1985

El alcalde Ramón “Moncho” Rodríguez venía advirtiendo unos meses atrás el peligro que representa la actividad volcánica del Nevado del Ruiz. En una sola noche, murieron 23.000 personas de las 29.000 que habitaban el pueblo agrícola que, tenía la reputación de ser uno de los más prósperos de la región. Las semanas previas, los expertos detectaron lluvias de ceniza algunas semanas antes, trataron de advertir a las autoridades competentes pero no fueron difundidas dichas advertencias.

Finalmente, en la noche se aquel fatídico noviembre hacia las 23:30 los habitantes que dormían, despertaron con el estruendo que se escuchó en el Nevado del Ruiz, ubicado a 48 kms hacia el norte. Horas antes, se habían visto destellos rojos de la cima del volcán Nevado del Ruiz, lo que no sabían los habitantes del pueblo era que las capas de hielo del volcán se habían derretido y se desplazaban a unos 35 km por hora. En cuestión de segundos, la mayoría del pueblo había sido borrado del mapa por un alud de barro, ceniza, árboles y escombros.

La tragedia conmocionó al país por la repentina muerte de tantas personas en el desastre natural más catastrófico de la historia de Colombia. Muchos recuerdan el incidente como otro de los golpes más fuertes que recibía el gobierno de Belisario Betancourt; dado a que una semana antes, habían ocurrido la toma y retoma del Palacio de Justicia. La escena más recordada de esta catástrofe, es la de la pequeña Omaira Sánchez, la niña de mirada profunda y agonizante cuya agonía de 3 días fue cubierta por múltiples medios nacionales y mundiales.

Un año después de la tragedia, el Papa Juan Pablo II visitó el sitio que quedó después y lo declaró Camposanto. Los sobrevivientes duraron con fuertes secuelas emocionales tras la tragedia, pues muchos perdieron a sus familias; los niños vivieron en los hospitales por algún tiempo. La novedad de la conmemoración de este año, es que no se pudo visitar el camposanto debido a la pandemia. Las familias tuvieron que conmemorar a los habitantes en ceremonias más discretas, pues a pesar de que hayan pasado 35 años, la tragedia que se pudo evitar sigue impresa en el imaginario colectivo del país.

Muchas personas alegan que el gobierno decidió “no hacer nada”. Las señales del Ruiz eran claras, desde la mañana de ese día salía humo. Las advertencias no faltaron, sin embargo, estas fueron desestimadas por las autoridades.

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