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Por: Javier Franco Altamar

 Isnardo Figueroa, el tendero de la esquina de mi cuadra, dice que, si por algún descuido suyo llega a sonar el tema salsero ‘La Comprita’ en su amplificador de sonido, le esperan los minutos más incómodos y eternos de la jornada porque él se convierte, de inmediato, en blanco de las bromas, y deberá aguantarse chistes de toda clase. 

-Y son chistes pesados y hueseros… 

-Pero, bueno: imagino que tú cortas la canción de inmediato-, le digo, 

-No. Si no la dejo terminar es peor. 

Para su caso, las posibilidades de que la canción se escuche con frecuencia son muy altas. Es así porque durante esas jornadas de fin de semana en las que él saca el amplificador, quienes van programando la música son sus propios clientes. Lo hacen desde un teclado del computador sobre el mostrador, y las canciones van apareciendo según el gusto de ese cliente, o porque alguien, cerveza a la vista, ha pedido que lo complazcan. 

Dado el ambiente permisivo y la lluvia de manos, el repertorio musical en la tienda suele ser variado. Por eso, el venezolano Oscar D’León, intérprete de la versión más conocida de este tema, aparece de vez en cuando. Y no solo con ‘La Comprita’, sino una canción posterior muy famosa: ‘Llorarás’, considerada el himno de la Dimensión Latina. La otra es ‘Yo quisiera’, grabada por el mismo D’León en 1979, pero con su propia agrupación. 

‘La Comprita’ que hoy todos en Barranquilla somos capaces de tararear, había aparecido siete años antes, en 1972. Era el primer trabajo en solitario de esta agrupación salsera venezolana que el propio D’ León ayudó a crear.  

El otro pionero destacado de esa agrupación es César Monges, más conocido ‘Albóndiga’. En una de mis visitas a la tienda, le informo al tendero Isnardo que dos días atrás yo había charlado con Monges y él había reconoció que esa canción se impuso especialmente en Barranquilla. Además, que, en cada presentación, así vayan pasando las décadas, ‘La Comprita’ debe ser incluida porque, si no, el público la pide a gritos. Le pregunto qué opina de eso: 

-Es que Barranquilla es la capital mundial del perrateo-, responde. 

Suena lógico. 

Y quizás no hay sitio más adecuado para el perrateo cotidiano que una tienda de barrio, donde el ambiente puede pasar de silencioso y tímido un día de semana, a fiestero desde el viernes por la noche. En Barranquilla, en toda la Costa, en la cuenca del Caribe y en varias partes del mundo, se conoce como “tienda” a estos pequeños establecimientos comerciales donde las personas de un vecindario se surten rápidamente de lo básico. Suelen merecer sustantivos distintos en algunos países o regiones: abastos, abarrotes, despensa, bodeguitas y hasta como ‘grosería’ en Puerto Rico. Para nosotros es, simplemente, la tienda. 

Amos y señores

 En Ciudad de Panamá, por ejemplo, los reyes de esa modalidad de comercio minoristas son los chinos; y en nuestra Costa Caribe colombiano, los amos y señores son los oriundos del departamento de Santander. El mismo Isnardo Figueroa nació en San Gil, municipio de ese departamento, ubicado a dos horas y media por carretera de la capital Bucaramanga, hacia el sur. 

Una de las singularidades de los tenderos, por lo menos en gran parte del Caribe, es el manejo informal de la contabilidad, así como el sistema de crédito con los clientes directos: una libreta donde el tendero se va apuntando el valor de lo que el cliente se lleva en cada visita, hasta que llega el momento de pago, que suele ser a cierre de mes. 

La canción, justamente, recrea un momento de compra, pero en forma jocosa, con un cliente que va pidiendo alimentos en forma exagerada mientras le dice al tendero que vaya anotando en “el libro del olvido”.  

Empieza la canción: 

Voy a hacerle una comprita, 

Pero usted sabe compay 

que me la debe anotar. 

Esta vez será poquita. 

Envuélvame unas vainitas 

Y deme un jamón cocido 

Sírvame un palo encendido 

Porque hoy sí vengo prendido 

Pero ya sabe, me apunta 

En el libro del olvido. 

Y enseguida se escucha la supuesta voz del tendero: “Eche ¿cómo es esa vaina? Y dice el cantante “Apunteee”.  

Es curioso que use el “eche”, una interjección muy arraigada en la Costa Caribe colombiana. Suele emplearse con enojo, con indignación, ya sea para interpelar o para desafiar; pero es ajena a Venezuela, país originario de la orquesta. Eso quizás se deba a que detrás de la letra está el bogotano Carlos Alberto Vidal, muy cercano a la Costa por varias razones que ahora contaremos, y quien para esos años ya estaba radicado en Caracas, la capital venezolana.  Es ya legendaria la pareja creativa y musical que conformó con el productor venezolano Víctor Mendoza a través del sello Top Hit. 

Vidal y Mendoza –este último, más arreglista que autor- tienen mucho que ver con la formación del El Clan de Víctor, que apoyó no solo a la Dimensión Latina, sino a Tania de Venezuela, a Rudy Márquez a Billo Frómeta. A todos ellos, el dúo los surtió de canciones propias o adaptadas. Para el caso de Barranquilla, son suyas las letras y arreglos de ‘La butifarra de Pacho’ (‘El brazalete, en el original) y ‘Boquita Salá’, ambos instrumentales de Pacho Galán.  

Justamente por su cercanía con Billo, Vidal se empapó mucho de la cultura caribeña, pues la agrupación de Frómeta llegó muy hondo al corazón de los costeños, pero sobre todo de los habitantes de Barranquilla, donde Billo construyó una amistad muy fuerte con Pacho Galán. De ese ambiente, se nutrió la musa de Vidal, y en esa operación, descubrió la expresión “eche”. 

Continúa la canción: 

Me da tres kilos de harina

Medio kilo de almidón  

Dos kilos de salchichón  

Y dos latas de sardinas.  

Empáqueme pasta fina   

Y también café molido   

De arroz agrégueme un kilo  

Pero debe recordar  

Que me tendrá que apuntar  

En el libro del olvido. 

Y dice el tendero “¿Cómo? si me debe 35 pesos del año pasado. Y el cantante insiste “apunte”. “¿Cómo?” “Apunte” 

¿Una deuda de 35 pesos? La moneda venezolana es el bolívar, de ahí a que, para cualquier colombiano distraído, resulte fácil pensar que se están refiriendo a nuestra moneda.  

En tal caso, los 35 pesos de ese 1973 (año en que se divulgó la canción) proyectados al 2023 con sus ajustes de inflación, corresponderían a unos 28.000 pesos de hoy. Puede parecer muy poco, pero si se considera que ese año el salario mínimo colombiano era de 660 pesos mensuales, estamos hablando del 5 por ciento de ese salario. Hoy, el 5 por ciento de nuestro mínimo es algo así como 165.000 pesos. 

Sin embargo, el cálculo correcto debería ir por otro lado, porque el “peso” al que se refiere la canción es al mismo dólar que circula en Puerto Rico, moneda oficial de ese país dada su condición de territorio estadounidense. Le dicen “peso” por tradición, porque así se llamaba la moneda española -Peso provincial- usada en la isla hasta finales del siglo XIX. Con el nuevo siglo, y el control norteamericano, asumieron el dólar. 

¿Puerto Rico? ¿Qué tiene que ver ese país caribeño con la canción? Pues que es originaria de allí. Si bien Vidal la firmó como suya, en realidad, es una versión salsera de un divertido tema folclórico de Puerto Rico, grabado, en 1971, por el humorista Adalberto Rodríguez Torres, más conocido como ‘Machuchal’.  

Estaba en ritmo seis chorreao, uno de los más populares de la isla. Y aunque ‘Machuchal’ lo popularizó, tampoco era de él, sino de un tal Lulo Ruiz que parece no haber dejado ningún rastro en la historia. ‘Machuchal’, sin embargo, sí escribió su propia historia.

Todo un personaje 

En su país, han calificado a Rodríguez Torres como un “artista irrepetible”, y uno de los dos humoristas – el otro fue José Miguel Agrelot -más exitosos en el ambiente artístico nacional durante la segunda mitad del Siglo 20.  

Aunque desplegó su talento en la creación de varios personajes, el más consagrado fue de la “Tiburcio Pérez”, el vitalicio “Alcalde de Machuchal”… un “jíbaro aguzao y buen jembro”, a quien todos llamaban simplemente “Machuchal”. Ese personaje apareció, primero, en un programa radial llamado ‘El show del mediodía’ de la emisora WIAC AM animado y dirigido por Fidel Cabrera. Allí se le pudo escuchar, de lunes a viernes, entre 1959 y 1965.  

Pero fue en la comedia televisiva ‘La Taberna India’, donde todos podían verlo actuar, que pasó a ser uno de los favoritos del público. Ese programa se mantuvo al aire, de manera ininterrumpida, entre 1960 hasta 1972. Y mientras avanzaba, hasta se hizo una película de cine específica sobre el personaje, titulada con el digno oficio que lo dio a conocer: “El alcalde de Machuchal’, proyectada en 1964. Dos años después, incluso, apareció en otra película como agente secreto, de nuevo con su singular apodo, que, en todo caso, tiene que ver con el barrio Machuchal, ubicado en la municipalidad puertorriqueña de Sabanagrande. 

Investido con el personaje, Rodríguez Torres también fue cantante, y con el mismo talante cómico de sus presentaciones de comedia. Por eso, quizás el tema ‘La Comprita’ le ajustó bien a ese trabajo discográfico titulado ‘La Parranda de Machuchal’ donde figura su versión. Dice allí nuestro personaje en la tercera estrofa, luego de escuchar al tendero recordándole la tal deuda de 35 pesos vigente desde el año anterior…

Me da un latón de manteca

De azúcar me da un quintal,  

Y cuatro potes de sal 

Y me sirve una caneca. 

Una lata de galleta,  

un pote de ajo molido. 

Dígame cuánto he cogido. 

Que no pase de 10 pesos, 

 Y apúnteme todo eso,  

en el libro del olvido. 

Nótese que entre las diferencias entre esta versión y la de la Dimensión Latina está que en vez de la “caneca” de la tercera línea, él pide “una chuleta”, pero el cambio que descuadra la rima en la décima es la pregunta de “Dígame cuánto he cogido”, que en la voz de Oscar D’León aparece “dígame cuánto he tomado”. Eso se debe al significado marcadamente sexual del verbo “coger” en Venezuela y que la agrupación prefirió evitar. 

En ambos casos, el listado soberbio avanza prácticamente en los mismos términos, y hasta terminan con la misma pregunta angustiosa del tendero, acerca de cuándo le piensa pagar, y viene la respuesta que ya quedó para el uso histórico: “cuando llueva pa’ arriba”. Solo que, en el caso de la versión original, el tendero se dirige en nombre propio a Machuchal. 

La historia, así resumida, se la cuento al tendero Isnardo Figueroa un domingo al mediodía. Incluso, le doy detalles de mi conversación con César Monge, con palabras precisas del arreglista: “La comprita fue uno de los temas banderas que la Dimensión Latina pegó en la Costa Atlántica. Lo tocamos cuando vamos a Barranquilla. En el resto no, a menos que en el concierto, lo que nunca falta, lo pidan”. En esa misma charla, ‘Albóndiga’ me recordó que en ese mismo trabajo discográfico de 1972 está, además, el tema ‘Barranquilla, Barranquilla’ uno de los más escuchados en homenaje a la ciudad. Este sí es original del dúo Vidal-Mendoza.

Percibo que eso no es de mucho interés para Isnardo. En realidad, creo que él prefiere hablar de otra cosa. No vaya a ser que uno de los bebedores de su clientela habitual oiga eso por accidente y empiece, de nuevo, la mamadera de gallo. Pero otro domingo, aprovecho que están cuatro o cinco de ellos y pregunto si han puesto ‘La Comprita’. “¿De Oscar D’León?”, pregunta uno de los clientes, botella de cerveza en mano. Digo que sí. “Vamos a ponerla de una”, dicen todos casi en coro. 

-No, mejor no –dice Isnardo-. Después no me pagan la cuenta.

Comunicador social-periodista (1986), Magíster en Comunicación (2010), con 34 años de experiencia periodística, 24 de ellos como redactor de planta del diario El Tiempo (y ADN), en Barranquilla (Colombia). Docente de Periodismo en el programa de Comunicación Social (Universidad del Norte) desde 2002.

jfranco@uninorte.edu.co

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