Por: Arytsha Aholibama
Hace mucho no me tomaba el tiempo de revisar con detenimiento las noticias que publican los medios de comunicación de Sincelejo. Sin embargo, al hacerlo recientemente, me llevé una gran decepción. Lo que encontré no fue información objetiva ni análisis críticos, sino un preocupante sesgo informativo: omisión de datos clave, manipulación y una sobrecarga de noticias amarillistas que distraen la atención de los problemas reales.
No es un secreto para nadie que Sincelejo lleva más de cuatro años sin un alcalde que gobierne con responsabilidad. Nuestra capital sucreña ya arrastraba una enorme deuda de la administración anterior, y el tan anhelado mandato de Yahir Acuña Cardales, un político con una trayectoria bastante cuestionable, investigado por parapolítica y nexos con la organización criminal “Los Rastrojos”, solo ha agravado la crisis. Sin embargo, no me dedicaré a desglosar las amistades, historia y el espléndido recorrido del alcalde de los sincelejanos, porque en Colombia no es novedoso un gobernante corrupto e individualista.
Mientras nos venden la idea de un municipio en transformación, la realidad es que vamos pa’ atrás. No hay dinero para ejecutar obras y en cada calle se respira pobreza y olvido; además, la alcaldía despidió a un gran número de empleados porque no tenía cómo pagarles, y el abandono administrativo es evidente en cada rincón de la ciudad. Pero claro, si hay dinero para fiestas y decorar la ciudad mediocremente, pero no para pavimentar las vías, fomentar el comercio, remodelar puntos claves del municipio o crear más zonas verdes. Dale al pueblo “pan y circo” y estarán felices.
Para empeorar la situación, la reciente Rendición de Cuentas 2024 confirmó lo que muchos temíamos: el municipio está en bancarrota. Para algunos, esto no fue sorpresa; economistas y expertos financieros llevaban tiempo advirtiendo el desastre. Pero la soberbia del alcalde impidió cualquier solución; y ahora, tras meses de pésima administración, un juez ha suspendido las facultades extraordinarias que el Concejo le había otorgado para modificar el presupuesto de 2025 a su antojo. Acuña ya no tendrá más su cheque en blanco.

Fuente: La Certeza
Sincelejo enfrenta el peor colapso financiero en años. Con un déficit que supera los 57 mil millones de pesos, la administración municipal es hoy un caos absoluto. En términos simples, el alcalde gastó lo que no tenía, dejando a la ciudad sumida en la ruina total.
La Alcaldía firmó contratos sin respaldo, adquirió compromisos sin capacidad de pago y ahora no tiene con qué responderle a nadie. La situación es crítica: contratistas del PAE, vigilantes del VIPER, el programa del adulto mayor y un sinfín de acreedores hacen filas para cobrar, pero la respuesta es la misma: no hay plata.

Fuente: La Certeza
El alcalde confiaba en recaudar más de 30 mil millones de pesos entre enero y febrero de 2025, pero, como ocurre con todas sus promesas, la realidad lo desmintió: apenas logró recolectar 23 mil millones, y eso forzando embargos y aplicando rebajas agresivas para exprimir al máximo a los contribuyentes.
Pero lo más grave de todo es cómo ha logrado mantener este desastre fuera del escrutinio público. Según el gremio de periodistas de Sincelejo, les han ofrecido dinero para que no hablen en su contra. Es un hecho del que casi nadie habla, pero yo lo haré. A cambio de (500.000 – 1.000.000 pesos) cada tanto, los medios locales guardan silencio sobre la administración de Yahir Acuña y, en lugar de exponer la crisis, se dedican a hacerle publicidad. Solo unos pocos medios y periodistas valientes se atreven a denunciar lo que ocurre, arriesgándose a las represalias de un alcalde que ha demostrado de lo que es capaz cuando alguien se interpone en su camino.
Mientras tanto, los sincelejanos seguimos atrapados en un ciclo de engaño y solo nos queda guardar esperanzas. Cada elección parece ser una nueva derrota para la ciudad, porque quienes llegan al poder se convierten en verdugos que cobran con olvido, dolor y corrupción. Hoy, Sincelejo, la capital de un departamento golpeado por la violencia, no tiene cómo levantar la cabeza porque su administración ha destruido en un año lo que ya estaba frágil.
La pregunta es: ¿cuánto más aguantaremos?