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Por Alisson Lee Sánchez Benhardt

El cine es una carta planimétrica, sonora y con almas vivas; de colores y de diferentes regiones, que viaja hasta el espectador y, se queda con él, para así impregnar La imatge permanent, tan profundo, que es inevitable preguntarse: ¿qué más lo es? 

Dirigida por Laura Ferrés, estrenada en 2023, ganadora de la Espiga de Oro, La imatge permanent hizo parte de la programación del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias 2024. Vislumbró por su pulida técnica y narrativa singular. Su primera proyección fue el jueves 17 de abril, a las 11:20 a.m, en el Múltiplex Cine Colombia Plaza Bocagrande y la segunda el viernes 19 de abril, a las 7:00 p.m, en la Torre del Reloj

Esta historia ensayística, y, aun así, tremendamente personal, abre una gran ventana para que el espectador pueda observar de cerca la vida de Antonia y Carmen y, más adelante, entender y conmoverse (incluso destruirse) por la complejidad de su vínculo.  

Ferrés durante 4 años estuvo trabajando en el guion. En su anterior proyecto, Los desheredados, ya había tenido la oportunidad de retratar su familia paterna, ahora quería retratar su familia materna. Quería explorar varias dinámicas familiares intensas y, como la mayoría de familias en el contexto social de las protagonistas; disfuncionales, difíciles y dolorosas. La película en sí, dice su guionista y directora, es una tragedia sobre la sensación del tiempo perdido y el eterno retorno. Esta historia que empezó desde una semilla que habla de cómo lo personal es político, germinó en una historia que nos plantea varias dudas: ¿podemos cambiar nuestra herencia?, ¿estamos condenados a volver a vivir las cosas?  

La imatge permanent es un viaje lleno de identidad, dolor, amistad, duda, maternidad, amor y cotidianidad. Bien podría asemejarse al Jardín de las Delicias, de El Bosco, porque entre más mires la obra, más encontrarás detalles. La fotografía maneja una gran profundidad de la imagen, una meticulosa dirección de actores naturales y un juego vital con el sonido. 

Cada frame está recargado de simetría y semiótica. Los personajes están posicionados de manera estratégica para que la imagen se vea tan hermosa como un cuadro y diga tanto como un libro; no importa donde se pausa la película, la composición fotográfica de Agnès Piqué Corbera destaca en colorimetría, profundidad de campo y significados. Hay escenas que juegan con espejos, reflejos, fondos, la proporción áurea, la naturaleza, tres cuartos, colores y armonías. La perfección fotográfica hace honor al nombre de la película, puesto que cada plano se vuelve un recuerdo permanente en quien lo vea. 

Absolutamente todos los actores son naturales, guiados por un trabajo minucioso de dirección. Laura Ferrés, en sí misma, también fue, como el personaje de Carmen, directora de casting de publicidad. Su experiencia agregó a la balanza elementos fundamentales a la película como el porqué de su escena inicial y la estructura de algunos giros de trama. Además, la película al ser muy cercana a ella, se sentirá cercana también al espectador.  

Ferrés dejó en claro que “esta es una película sobre caras”, y, dicho aspecto, es crucial en toda su duración. El concepto de retrato es transversal a toda la historia a través de la fotografía, elementos de la narrativa y, sobre todo, en cómo actúan los personajes. Por ejemplo, todos hablan de forma monótona, a excepción de Antonia y Carmen; que sonríen siempre que ven a la otra, aquella dirección de actores contribuyó al retrato comportamental de los personajes y su universo. El equipo de trabajo de Carmen en la película, y ella misma, reiteradas veces hablan de lo auténtico que es el rostro de Antonia. Al final, María y Rosario, las actrices principales, brillan en sus personajes por la misma razón. 

El sonido, por otra parte, es tan relevante que llega a ser un personaje más. Los cantos típicos de la época de la guerra civil terminan de sellar las escenas y nos permite conectarnos directamente con los hechos. Sensibiliza de una forma en la que el espectador ante los largos silencios no espera. Las armonías vocales terminan siendo uno de los aspectos más característicos de la película. 

Y no era para menos cuando los cantos de la película surgieron en la mente de la directora porque su abuela cantaba estas canciones para ella. Su madre y ella grabaron a su abuela, luego de ser diagnosticada con Alzheimer, para guardar el recuerdo. Luego, Ferrés al escuchar el material se dio cuenta que dichas canciones eran una pieza faltante de todo el rompecabezas que compone el filme. Asimismo, el hombre que aparece en el retrato inicial, padre de Antonia, es su abuelo. 

En el ensayo audiovisual que Laura Ferrés creó no hay sólo una historia que ella inventó, también hay fragmentos de sí misma. 

La imatge permanent es exageradamente calculada, pero también exageradamente personal y ahí está su encanto. Probablemente también esté en la coherencia que hay con su título con el efecto que deja en quienes la ven. Es aquel tipo de película que te plantea dudas aterradoras, que llevas ignorando por mucho tiempo o que tal vez no te habías hecho antes, y una vez les das mucha atención dejan una imagen permanente en tu memoria; que te hace preguntarte ¿qué más es permanente, eterno e inevitable?  

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